Si no puedes ser poeta, sé el poema. David Carradine
Hay una crisis generalizada de valores. No hablamos aquí de los valores, entendidos como esos que se negocian en las bolsas, ni de los que se cambian en el mundo económico legal o ilegalmente. Hablamos de los valores humanos y sociales, esos que son los pilares fundamentales sobre los que se puede levantar una sociedad digna y decente, justa y libre, democrática y participativa. Hacemos referencia a la tenencia de la pieza fundamental en el engranaje de un país que progresa con honestidad y justicia social, con posibilidades de trabajo para la mayoría de sus habitantes, con preocupación primordial por la educación como el pilar fundamental sobre el cual puede levantase una sociedad que sea representativa, decente, equilibrada, informada y libre.
Pero la cada vez más evidente característica de una sociedad que se levanta sobre valores superficiales y epidérmicos, demuestran que nuestro futuro está en vilo, cuando los valores personales pasan a un segundo plano, cuando los hay o no tienen importancia alguna, en un mundo desenfrenadamente preocupado por tener. Estamos en la época en la que la gente confunde tener con ser; por eso la mayoría de la gente dice “yo tengo”, creyendo que con eso está expresando “yo soy”.
No importa el “ser”, cuando el mundo se maneja con el “tener”. Una verdadera y apocalíptica deshumanización de las sociedades, que tienen todo su valor en lo que se posee, no en lo que se puede hacer con lo que se es como persona; eso que se sabe como resultado de lo aprendido. Para aprender de valores es indispensable, que los enseñen. Los enseñan las familias, la institucionalidad, las escuelas, las sociedades en la que se vive, los grupos a los que se pertenece en la vida cotidiana; también en lo que se lee, lo que se oye, lo que se escribe. En fin, para que el principal valor de una persona esté en “ser”, es necesario comenzar a cambia los paradigmas superficiales, fútiles y fáciles, de una humanidad agobiada por la mala información, desinformada por la actividad mentirosa; con la distorsionada, descontrolada y sin ética óptica de la televisión; por la realidad deformada por los medios de comunicación social; la distorsión de la verdad traída por los medios de internet; esa que ha sido aumentada sin límite por el uso de redes sociales, que mal informan, mienten y enredan.
Es hoy de primordial importancia, que volvamos un momento a repasar lo que es verdaderamente importante en la vida, para entender cuál es el orden de los valores y cuáles las prioridades que tenemos en nuestro recorrido por ella, como seres humanos, supuestamente inteligentes, dotados de una nueva corteza cerebral, que dicen nos dio la diferencia con las otras especies, pero nos agregó de paso, no solo lo bueno, sino que nos aumentó la capacidad de hacer con el cerebro todo lo malo que se pueda imaginar, desde lo más simple, hasta lo peor. La humanidad pierde a diario el verdadero valor de la vida y se preocupa con interés desmedido por lo que es secundario.
No es que sea malo “tener”, pero cuando se tiene y no se es, se entra en el vacío existencial, en la pérdida de todos los valores, el desprecio absoluto por todos los principios, la carencia de todos los elementos que supuestamente no hacen la especie superior. Pero eso es verdad. Cuando el ser humano solo dedica su vida a conseguir posesiones materiales, entonces deja de ser una especie llamada “Homo Sapiens” y comienza a ser una cantidad de variantes, que pueden producir mucho, pero que lo deshumanizan todo por completo, convirtiéndose en una simple máquina productora de cosas que cuestan, pero no son indispensables. Por eso vivimos en esta sociedad, en la cual poco importan la verdad, la compasión, la humildad, el sentido ético y honesto de vivir el día a día, sin esconderse detrás de fachadas de opulencia que parecen llenar todo y no llenan nada.
Sin darnos cuenta entronizamos la primacía del “Homo Habere” y dejamos de lado el “homo Sapiens” para convertirnos en una sociedad interesada, manipulable, sin valores, llena de “animales humanos”, carentes de todo principio, solo preocupados por el bienestar personal, sin que importe algo la situación de los que los rodean, a los que si es necesario, pueden pisar para conseguir los fines inescrupulosos que se tienen como “nuevos principios”.
“La pobreza no viene por la disminución de las riquezas, sino por la multiplicación de los deseos”.
Platón
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