Estamos apenas comenzando el 2022. Ya se acercan las elecciones de nuevos representantes en marzo y posteriormente la de un nuevo presidente. Esperemos que este año, el que se elija sea un mandatario de verdad, no un títere; que los representantes hagan el trabajo que les corresponde, sin las mañas que tienen la mayoría de los de hoy, enquistadas en un país que ha sido indiferente y tolerante con una clase política corrupta e indecente, adueñada de todos los poderes, con los que han gobernado esta nación, para desgracia de una sociedad desesperanzada, que todos los días ve más lejano el día en que sus derechos sean respetados, las oportunidades sean de verdad, no una oferta incumplida en el festín cautivador de votos.
El ambiente politiquero está enrarecido. Los entes de control han dejado violar todas las normas, con nombramientos de miles de burócratas que no se necesitan, en un país en el que el tamaño de la burocracia es desproporcionadamente grande, para las naderías que hacen, representadas en la falta absoluta de una evidencia que demuestre están trabajando en procura de lograr un país más justo, más incluyente, más tolerante, menos violento, más honesto, menos tramposo, menos “manilargo” y por supuesto muchísimo menos malgastador de los recursos públicos.
Las listas no se han depurado todavía. Hay muchos que quieren seguir viviendo de malgastar los recursos públicos, “abudineando” los dineros de los contribuyentes, para obtener lucros personales indecentes, a sabiendas de que, hasta ahora, no hay quien los controle de verdad y los ponga en cintura, para que no se apoderen de lo que siendo de todos, solo sirve para enriquecer a esa manada de corruptos, de clanes políticos sin ética, sin principios, sin honestidad, sin retenes morales y sin dignidad.
La fecha de inscripción de las cédulas en la Registraduría está próxima a cerrarse. Es una necesidad inaplazable acudir en masa a inscribirlas, para tener la oportunidad de votar, eligiendo a los que de verdad tengan intensión de cambiar de políticas públicas, en un rincón del mundo en el que el bienestar general nunca ha sido una prioridad; la diferencia de clases es cada vez más indecentemente acentuada; las oportunidades de tener garantizado el pan diario, con una vivienda digna, servicios públicos eficientes y cobrados de acuerdo a la realidad económica que vivimos; con oportunidades de educación sin discriminación por raza o estrato socioeconómico, con la posibilidad de tener acceso a unos trabajos dignos y bien remunerados, para la mayoría de nuestros compatriotas que viven desamparados, con la inclemencia de la indiferencia, la pobreza, el abandono y el olvido.
Llegó el momento histórico que no podemos desaprovechar, para terminar con más de 200 años de injusticia, agigantada en los últimos cuatrienios, por gobiernos que no han tenido la intención real de construir un país decente, haciendo realidad ese estribillo bonito con el que comienza nuestra Carta Magna, incumplido y burlado por los que nos gobiernan y los que los patrocinan, desde la legalidad y fuera de ella. No podemos seguir dejando impunes a los compradores de votos, a los mercenarios de las elecciones, a los estafadores de la fe pública, a los que arrinconan a los electores, para seducirlos con falsas promesas que no cumplirán, cuando no es porque los obligan a votar por sus clanes, porque le tienen el voto comprado, vilmente amarrado a retaliaciones sociales o laborales.
No podemos permanecer indiferentes ante la falta de escrúpulos de duques, chares, gneccos, uribes, turbayes, obdulios, gavirias, aguilares, merlanos, mejías gritones, abudines, zuluagas rencauchados, lizcanos, anatolios ignorantes, toros descastados, palomas sin cabales, macías sin estudios y toda esa turba de politiqueros sin méritos, pero con poder. Todas ellas pertenecientes a grupos de políticos que convirtieron un arte noble, en una verdadera letrina, insoportablemente fétida y maloliente, desde la cual le tiran todas sus deposiciones, al país en que vivimos.
Colombia merece la oportunidad de comenzar a construir un futuro distinto, en el que la política sea un arte decente y honesto, controlado por el pueblo y ejercido por gente acrisolada, al servicio de sus electores, con salarios acordes con la realidad colombiana, sin primas extras en épocas en las que no trabajan cuando debían estar haciéndolo, y sin salarios cuando gozan de larguísimos periodos de vacaciones, con gastos exorbitantes para sus supuestas unidades parlamentarias.
El cambio no da espera. Las nuevas generaciones tienen que cambiar todo el estamento, para que puedan seguir luchando por una Colombia decente y viable, con progreso e inclusión. Quitémosle la validez al nombramiento a dedo; establezcamos la meritocracia, con transparencia visible y control ciudadano.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015