Son dos novelas muy distintas, pero con algunos puntos en común. Mientras el famoso John Grisham escogió el drama para su más reciente obra, la no menos reconocida Elizabeth Gilbert optó por un divertimento, pero no se deje confundir, está muy bien logrado.
En ambos casos, la Segunda Guerra Mundial marca el ritmo de las historias, mucho más presente en Ajuste de cuentas, en el que tiene que ver todo con cómo le cambia la vida a una familia de un pueblo pequeño del sur de los Estados Unidos, en una época en donde había mucho de feudalismo y de la segregación que sufrían los negros y, sobre todo, porque trasciende la obra solo en los años 40, con algún referente anterior, pero no mucho.
En Ciudad de mujeres la guerra en cambio es determinante para la vida de los protagonistas, aunque el tiempo en el que se desarrolla es más amplio, el de una vida entera y larga que se inicia en los 20 y tiene su mayor desarrollo en los 40. Gilbert, como lo hizo en Comer, Rezar, Amar despliega su capacidad narrativa y, a través de un personaje -Vivian- nos cuenta una decena de otras historias que van cruzando por el mundo de la protagonista.
El drama de la novela de Grisham termina en tragedia griega. Un héroe de la Segunda Guerra Mundial, un sobreviviente de la marcha de la muerte en Filipinas mata a sangre fría al pastor más querido de su comunidad y las razones se las lleva a la tumba; sin embargo, las consecuencias de sus actos afectarán a todos los que están cerca. Con un agravante, nada era lo que parecía.
Para mi gusto, la novela se alarga mucho en los detalles que vivió este personaje durante la guerra de Filipinas, aunque nos enseña de ese episodio no tan conocido. Es igual una digresión muy larga. Eso sí, el sorprendente final vale el recorrido.
También hay un sobreviviente de la guerra en el Pacífico, en la novela de Gilbert, un personaje que solo aparece con fuerza al final de la obra y que determina la existencia de la narradora, una mujer que encontró en el amor por la costura su vocación, cuando parecía tan perdida a los 19 años que llegó a Nueva York, esa ciudad que la recibió con los brazos abiertos.
El paso por la compañía teatral de su tía le abrió las posibilidades del sexo, de codearse con la fama y de también cometer grandes errores, que al final parecerán apenas una anécdota. Como eran vodeviles lo que montaba su tía, fue la locura pegar un éxito dramático en unas circunstancias que parecían imposibles. Sin embargo, lo logran, pero nada es seguro en el mundo del arte y menos cuando no se cuenta con personas filiales. Al final, se revela el más sincero de los amores, el que se da entre dos amigos, que no se pueden tocar, pero que aprenden a quererse y conocerse en entrañables caminatas dialogantes.
Dos obras diferentes, pasadas por la guerra. La de Grisham más inquietante, la de Gilbert más divertida, igual las dos con personajes bien construidos y una trama que te arrastrará hasta el final. Leánlas y #HablemosDeLibros
Ajuste de cuentas en frases
* Aunque siempre sería un héroe de guerra legendario, nadie tenía derecho a matar sin una buena razón.
* Era un hacendado después de todo, un colectivo dispuesto a escatimar hasta el último centavo.
* Aunque el grito duró unos segundos, para algunos duraría toda la vida.
* El destino de una familia negra dependía de la bondad o la maldad del propietario blanco de las tierras.
Ciudad de mujeres en frases
* Opinaba que las personas deben tomar sus propias decisiones sobre sus vidas, ¡habrase visto idea más descabellada!
* Era la síntesis de Nueva York, una rutilante amalgama de sofisticación y misterio.
* La diferencia entre hacer ropa y crear vestuario, es que los vestidos se cosen, pero el vestuario se crea.
* Es fácil ser sensato a posteriori. Pero ¿de qué sirve tener 20 años si no es para cometer grandes errores?
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