Parece* que ningún género periodístico le fue ajeno a Tomás Calderón, el conocido Mauricio. Pasaba de la columna de opinión a la entrevista, de la crónica al reportaje, en tiempos en que las teorías aún no hacían mella y se incurría en los géneros sin que hubiera conciencia de tales etiquetas. Eran los tiempos en que el periodismo de reportería escaseaba.
Había mucho quién opinara, quién armara trifulca desde su tribuna, quién elaborara extensos panegíricos cargados de adjetivos y quién lanzara odiosas retahílas llenas de veneno, sin filtro, pero Mauricio era distinto.
(…) Me atrevo a llamarlo sin remilgos el primer periodista ciento por ciento de estas tierras. Era el cronista del personaje de pueblo y el relator del gran puerto inaugurado en la entonces Barranquilla. Desde su columna Minuto, al estilo de La Jirafa de García Márquez en El Universal, aprovechaba para contar cada cosa de la aún pequeña comarca.
(…) Él mismo describió su trabajo en cuidadoso plural mayestático: “Nunca escribimos nada que no esté dentro de la verdad más auténtica”, como lo hace todo buen periodista. Parece que en esa época ya supiera de la escuela norteamericana, afincada en esos años en las enseñanzas de Pulitzer y de Hearst, o como si hubiera tenido oportunidad, y es posible porque entonces la intelectualidad colombiana miraba más a Francia, de leer los textos periodísticos de Camus, tan combativos como veraces.
(…) En su pluma Manizales fue su crónica permanente, la describió una y otra vez. Allí estaba presente el poeta de vereda y lo describía con igual detalle y con la misma pasión, que al que cantaba sus versos en el Olimpia.
Quien no entiende la tarea del periodista, la desdeña con facilidad. Nos dirá que Mauricio era mucho más que eso. No, era ante todo periodista, tal vez el primero que tuvo estas tierras, insisto, en el sentido de ser consciente de esa responsabilidad que entraña el describir las cosas que pasan. No en opinar sobre ellas o solo comentarlas.
Empezó a publicar en La Patria desde antes de trabajar en ella, desde el primer número, el 20 de junio de 1921, con otro seudónimo, Diego Noel, y con el título de Notas al margen, según relata él mismo 30 años después. Antes, mozuelo, lo hacía en su natal Salamina. Sus textos se extendieron en los años 30 y 40 del siglo pasado, dorados para el periodismo escrito de Manizales, cuando batir la pluma como una espada era asunto cotidiano, pero Tomás Calderón no cayó en ese facilismo. Lo suyo era ser un artista para, a través de sus escritos, interesar a los ciudadanos en las campañas por la Catedral, en los problemas de delincuencia o para que fijaran sus ojos en un nuevo pintor que descubre con sus pinceladas otras formas de representación.
(…) “Esto de escribir ahora es cosa de mucha síntesis, como que se trata de ser periodista ante todo”, señala sin ningún desdén, con la responsabilidad de quien sabe lo que tiene que hacer, que el periódico no era para lucirse escribiendo literatura, sino para ser fiel a los hechos y, al registrarlos, serle fiel también al público que se interesaba por leerlo.
Caldas les debe un homenaje a sus primeros periodistas y a estos se homenajea publicándolos. Por eso, en buena hora llega esta edición de Hoyos Editores para empezar a compensar ese vacío.
Presentación
Tomás Calderón una antología es el nombre de este libro que será presentado el próximo viernes. Hora: 7:00 p.m. Lugar: Cafe Tazzioli de la Catedral de Manizales.
* Apartes del epílogo del libro Tomás Calderón una antología.
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