La pregunta con la que titulo esta columna es la que parecen intentar responder William Ospina en varios libros, como Pa' que se acabe la vaina; Enrique Serrano, en ¿Por qué fracasa Colombia?; y ahora el abogado de origen caldense Mauricio García Villegas, en El orden de la libertad.
García Villegas parte de un dolor personal, del que ha hablado mucho en sus columnas en El Espectador. La muerte de su nonagenario papá, atropellado por un motociclista en Medellín. Reflexiona sobre el drama de las muertes en accidentes de tránsito en el país, y de cómo estas se dan en buena parte por la forma de ser los colombianos y los latinoamericanos: apáticos a cumplir las normas.
Defiende este abogado y sociólogo, fundador de Dejusticia, que debe existir cierto orden para que las sociedades puedan avanzar hacia un bien común, pero Colombia muestra cierta esquizofrenia entre cacarear y producir normas que se intentan sacar como solución a todos los males y su puesta en práctica, que resulta casi imposible. El libro está cargado de ejemplos históricos que van de un lado a otro.
Desde sus inicios en el derecho, a García le han preocupado este tipo de cosas, esa falta de respeto por la norma. Leí hace años su obra La eficacia simbólica del derecho, en la que desde la filosofía jurídica planteaba ese tema en el que ahora ahonda y que lo lleva a apartarse, como lo reconoce, de la mirada de muchas personas que como él pueden ser vistas en el margen izquierdo del espectro político en muchos temas, porque "en los círculos intelectuales y políticos de la izquierda el tema del orden no goza de mayor aprecio" y se le mira con desconfianza.
Un interesante análisis de nuestro modo de creer que las normas no se hicieron para cumplirse si no y únicamente en el caso de que me beneficien o que estas se pueden acomodar a las necesidades individuales. En el fondo de esta discusión sobre un país incumplidor, un Estado deficiente en hacerlas cumplir. Coincido, como lo he mencionado varias veces en mis columnas de opinión, que si en algo falla el Estado colombiano es justamente en no ser capaz de controlar lo que debe: la minería ilegal, la invasión en zonas protegidas, el espacio público, las construcciones desfasadas, eltránsito y las que se imaginen. A tanto político suelto lanzando ideas de leyes y leyes, le vendría bien leer este texto.
Este libro es toda una provocación para el debate público. Por eso es importante asistir a la charla con el profesor García Villegas (El diálogo como fundamento de la Democracia), que dictará en la Universidad de Caldas, el 8 de marzo en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de Caldas. Vale la pena leerlo antes para que hablemos del libro.
En frases
* Lo que tenemos: una república de papel puesta sobre una sociedad de fuego.
* Cuando yo era niño, los manizalitas (sic) se preciaban de tener las tradiciones más españolas de todos los colombianos.
* El primer rasgo del latinoamericano es la esquizofrenia.
* El problema se origina en la existencia de instituciones débiles que no logran imponer los comportamientos consagrados en sus normas jurídicas.
* Lo que la gente envidia de los ricos no es tanto la plata, sino el poder de mando que da la plata.
* En Colombia -hay- una especie de apartheid educativo: los ricos estudian con los ricos en escuelas buenas y los pobres con los pobres en escuelas malas.
* Si bien Colombia ha estado pocas veces amenazada desde el exterior por un Estado enemigo, sí ha estado amenazada muchas veces desde dentro de su territorio, por un enemigo interno.
* El sentimiento patrio es uno de los grandes obstáculos que existen para resolver los problemas del planeta.
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