La clínica es el ejercicio médico de la observación del paciente para aproximarse al diagnóstico. Este paciente murió hace 500 años, pero eso no le impide a un estudioso intentar el diagnóstico, no de sus padecimientos, sino de sus conocimientos. Eso es lo que logra el escritor, historiador y médico Orlando Mejía Rivera en Shakespeare y la Clínica, su más reciente obra.
Nos informa la portada del libro de la Editorial Universidad de Caldas que el escritor manizaleño nacido en Bogotá es miembro de la European Shakespeare Research Associatiation y al leer este libro se entiende por qué. La erudición de este investigador nos conduce por un viaje fascinante y diferenciador de la forma como estamos acostumbrados a ver la obra del más importante autor de la lengua inglesa de todos los tiempos.
Esta obra se puede leer de varias maneras. Planteo tres posibilidades, pero seguro que algunos encontrarán otras formas de sacarle provecho a este trabajo o simplemente para llenarse de datos, de esos que en mis tiempos llamábamos de cultura general, que no sirven para mucho a un ciudadano de a pie como yo, pero que nos llena de regocijo saberlos.
La primera manera de leerla es como la investigación que es. De cómo la obra de un autor no solo nos interpreta su época, cómo al tomar el conjunto de sus textos y revisar en este caso las enfermedades o los síntomas de los personajes relatados allí se puede ver de dónde toma Shakespeare muchas características para darles verosimilitud.
Además, Shakespeare es de esos autores de los que nos hemos acostumbrado a creer que conocemos su obra, pero la realidad es que hemos podido ver obras suyas interpretadas en teatro o adaptaciones en el cine, pero leerlo es otra cosa y para quienes tienen la fortuna de hacerlo en su idioma original logran además beber de su capacidad narrativa sin intermediarios.
De ahí que vaya a lo que considero puede ser otra manera de leer este trabajo de Mejía Rivera. Y es el de entender y aprender un poco de cómo funciona la traducción de una obra, de cómo si bien muchas veces traducir es traicionar, también en un trabajo responsable de pasar las palabras de un idioma a otro y nos permite entender los retos que asumen los traductores. Como ya lo ha hecho con otras obras, el escritor caldense se atreve a traducir directamente y esto le permite contradecir incluso a famosos traductores de la obra shakesperiana y explica por qué. Claro, este médico que ha escrito ya libros sobre la historia universal de la medicina (La medicina arcaica, La medicina antigua), que noveló a Galeno (El médico de Pérgamo) y que se atrevió a plantear hipótesis como que Dante tuvo que haber sido alumno de medicina (Dante y la medicina) tiene el bagaje para interpretar por qué cuando el inglés escribe una palabra se refería médicamente a tal sínto y no a otro. Porque además los pasajes están en inglés y español. Por eso entendemos sus razones.
Su libro de patobiografías El desorden de Fleming ya nos había mostrado la capacidad de este médico internista para aventurarse a diagnosticar en el tiempo, sin autopsia ni inmediación con el paciente, a distintos personajes de la historia, ahora lo hace con personajes de la historia sí muchos, pero ficcionados por el genio de Shakespeare. Para alguien que quiera practicar el inglés resulta muy aleccionador.
Una tercera forma en la que un lector se puede acercar a Shakespeare y la clínica es entenderla como una guía para antojarse de meterse en serio a leer al genio inglés, tomar las referencias que se hacen de sus obras de siempre y de las menos conocidas sin temor. Por esto también resulta motivador. No he leído todo de Shakespeare y aquí me hablaron de personajes que me llamaron la atención y me interesa meterme en la psicología de esos personajes, ah, y en sus vicisitudes, porque si algo tienen los personajes shakesperianos, desde reyes hasta mendigos es que son demasiado humanos, rasgos que muchas veces no pasan a las tablas ni a las pantallas, porque los diálogos cotidianos, increíble que todavía suceda, son los que más fácil eliminan los libretistas en estas épocas en las que solo se piensa en hacerlo rápido para no perder la atención de los espectadores. Y por eso, por esta moda de lo rápido y de lo efímero nos hemos ido perdiendo la posibilidad de disfrutar de fondo este trabajo. Así que léanlo y #HablemosDeLibros, de historia, de traducciones y medicina.
Subrayado: Aprovecho para recomendarles la trilogía de Al Pacino sobre Shakespeare (Ricardo III, El mercader de Venecia y El rey Lear), la encuentran en medios digitales, es una muy buena interpretación.
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