El antioqueño David Betancourt no para de escribir cuentos. La conjura de los vicios recoge ocho relatos que tratan diferentes formas de expresar la dependencia, esa cárcel que se lleva en el alma: decir groserías, consumir sustancias, inventarse mejores vidas para los otros, querer contarlo todo a todos o al que se deje, y hasta el desprendimiento. Cualquier tema puede terminar en vicio.
Los escritores para sus fines literarios deben abstraerse muchas veces de consideraciones morales. Por eso, estos escritos pueden resultar chocantes para algunos, pues el autor no se mide en palabrerías o palabrotas, como tampoco en casi promover el vicio en algunas ocasiones o en confundirlo con problemas de salud mental.
Hay cierto fatalismo en las historias, pero al estar contadas con humor de barrio, se diluye aquello en la realidad que nos quiere retratar Betancourt, submundo en donde los vicios gobiernan y no hay manera de salirse de esa trampa.
Algunos relatos toman un cariz parecido a la paradoja, al contrasentido, a la contradicción, mientras otros se resuelven en el inefable destino del vicioso, que lo será para toda la vida, así no vuelva a consumir. Por momentos se apoya en parodias de canciones o frases.
El recurso más usado por el escritor en este caso es el de la verborrea, juntar palabras de una y otra manera, soltarlas en cascada y sin parar, resulta tan reiterativo que por momentos cansa y hasta dificulta la comprensión de la lectura. No logra cocinar bien la diferencia entre el personaje de un relato con el de otro y varios de ellos parecen el mismo. No obstante, habrá quién diga que esa es la intención del autor.
Esta recopilación de cuentos en clave de parlache -jerga usada en barrios populares de Medellín- en su mayoría, es un homenaje a John Kennedy Toole, autor de esa maravilla de libro llamado La conjura de los necios, una obra muy recomendable, un divertimento con una capacidad narrativa única alrededor de una especie de antihéroe. Léanlo y #HablemosDeLibros .
En frases
* Decía algo así como que las almas más grandes son capaces son capaces de los mayores vicios y de las mayores virtudes.
* Montar funerarias, por ejemplo, que en Medellín son tan rentables como ser sicario.
* Cuando en el mundo aparece un verdadero vicioso, de calidad, el elegido, entregado de lleno al vicio en cuerpo y alma, puede identificársele por este signo: todos los necios se conjuran contra él.
* El lunes se inventó para los remordimientos y las crisis existenciales y para psar guayabo, no para pasar bueno.
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