Pocas cosas me producen más sensación de humanidad que leer buena poesía, esa que es capaz de usar la palabra precisa para revolcarnos el alma, aun con las más duras razones.
¡Qué sucia es la luz de esta hora,
Qué turbia la memoria de lo poco que queda
Y qué mezquino el inminente olvido.
María Mercedes Carranza abrió la puerta del dolor a la poesía y nunca salió de allí, pero qué fiel a la historia nacional y al sentimiento de derrota con el que cargamos tantos colombianos. Que se recopile ahora su obra en este libro es un justo homenaje a quien vale la pena releer una y otra vez, porque nos desnuda con sus tiros de precisión en el lenguaje para relatar nuestra violencia.
Si mi generación aprendió geografía de Colombia a punta de titulares de masacres, la poeta sintió al país en carne propia y de cada herida salió un verso. Allí están para recordarnos este río de sangre llamado Colombia: Necoclí, Mapiripán, Tamborales, Dabeiba, Encimadas, Barrancabermeja, Tierralta, El Doncello, Segovia -con los versos de Julio Daniel-, Amaime, Vista Hermosa, Pájaro, Uribia, Confines, Caldono, Humadea, Pore, Paujil, Sotavento,, Ituango, Taraira, Miraflores, Cumbal y Soacha.
Ituango
El viento
ríe en las mandíbulas
de los muertos.
En Ituango,
el cadáver de la risa.
De acuerdo con Luz Mery Giraldo, la crítica literaria, con poetas como Carranza se rompió con la tradición poética del país y se abrió un espacio a nuevas formas de narrar. De hecho, Carranza logró incluir en la lista de la selección que se hizo para los 200 años 200 libros, para la Feria del libro de Manizales, sus obras Tengo miedo (79) y El canto de las moscas (versión de los acontecimientos) (95).
Soy un convencido de que en Colombia, por estos tiempos, quienes mejor están escribiendo poesía son las mujeres y la puerta la abrió Carranza, quien mostró un camino para que la fuerza saliera de las entrañas. Hoy son varias las poetas que tocan toda clase de temas con un sentimiento que remueve al lector en sus gustos y creencias.
No se dejen engañar, no todo es dolor. Por supuesto, que también está presente el amor, como debe ser y en dosis justas para disfrutar con cada escena, para degustar cada verso como si fuera azúcar deshaciéndose en el paladar.
Antes de que veamos que el hermoso camino
es solo una farsa inútil,
un pozo de aguas misteriosas
de donde hemos sacado aquello que no existe;
antes de que la cercanía del tedio
o la ruina de la sonrisa ocurran;
antes de que la frivolidad
regrese a acostarse en mi cama;
antes de que el deseo se corrompa
o las palabras o las risas,
déjame pedirte que el engaño,
el dulce engaño de ser tú y yo dure
el vasto tiempo de este instante.
Por tratarse de una obra que pretende ser completa. Así se vende en la portada, María Mercedes Carranza - Poesía completa, me esperaba un buen prólogo que nos enseñara a los aficionados a encontrar las claves en la obra de esta mujer, que decidió terminar con su existencia cargada de miedo en el 2003 y con el dolor de su hermano secuestrado.
Le sobreviven estos poemas, que son de lo mejor que se ha escrito en Colombia, que no es fácil decirlo en un país de buenos poetas. Entre tantas palabras hermosas, un poema que seguro leí en su momento como uno más, ahora me toca hasta el fondo del alma. Se trata de Conversación con mi hija, que hoy reposa en la cabecera de la cama de la mía, porque al leérselo le gustó y quiso conservarlo. Otro motivo para leer a esta autora, cuyos versos quedaron inconclusos. En el libro de hecho se publican unos cuántos inéditos. Léanlos, declámenlos, siéntanlos y luego #HablemosDeLibros y de poesía, por supuesto.
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