¿Qué pasa por la mente de aquel que teme perder la seguridad de su hogar y no arriesgar por un amor apasionado? Esta es la pregunta que ronda en un mar de inquietudes que se hace la protagonista de Lo mucho que te amé, así en pasado.

Un hogar tradicional de clase media, cuatro mujeres que son la joya de la corona del barrio, las Fernández Mollé, que empiezan a enamorarse una a la vez. La novela comienza con un momento clave en la vida de esta familia, cuando la más pequeña encuentra el novio que está a punto de presentar en su casa, a la familia.

Es la Argentina de Perón y siguientes (los 50 del siglo pasado). Se trata de una época tradicionalista, cuando la influencia de la Iglesia era aún muy fuerte, cuando los novios se hacían visita de sala y la virginidad de las mujeres se protegía como se cuida el último frasco de agua en el desierto.

Es en esa mitad del siglo XX cuando se sucede el amor imposible. Una novela que se deja leer y que lleva al lector a sufrir con los protagonistas.

¿Qué tan malo puede ser que te enamores del novio de tu hermana? No importa si nadie se entera, la culpa te puede carcomer. El asunto va más allá de romper las convenciones sociales, puedes romper el equilibrio perfecto de la familia. Además, ronda otra pregunta en la cabeza de la protagonista: ¿se puede amar a dos personas al mismo tiempo?

El relato es la historia de las cuatro hermanas, Rosa, Mabel, Ofelia y Delfina; de sus novios, Ernesto, Pedro, Juan Carlos y Manuel; y de un personaje definitivo, la tía Rita, esa mujer que parece una áspid por su lengua afilada y por su capacidad de intrigar hasta acorralar a su víctima.

Es la tentación a la vuelta de la esquina. En eso se va el relato, mientras nos va describiendo a los gobiernos de esa época convulsionada, tiempos en los que no se podía pensar en ese país sin la politización de sus ciudadanos. Cuando todos tomaron partido.

Es una delicia leer esta obra que además nos va contando la historia de Argentina, desde los peronistas y los antiperonistas, de cómo las familias se dividían en los almuerzos y se apasionaban por la política, de tal manera que se les iba la vida en un debate ideológico, y me hace pensar en la Colombia de hoy y en la cantidad de familias que prohibieron hablar de política en las reuniones para que no se sacaran los ojos entre los que llevan los mismos apelludos.

Es una novela con un muy fino sentido del humor, que va dejando en el camino pequeñas bromas como migas de pan.

Los temores, las dudas, la culpa por el pecado de pensamiento; el divagar si se corre el riesgo, el tomar decisiones dolorosas y el valor de la familia están presentes en esta novela de Eduardo Sacheri.

La protagonista rumia en su cabeza lo que puede ser y lo que no, hasta dónde se podría atrever a decir algo o no, qué sucedería en cada escenario de posibilidades si se atreviera a tirarlo todo por la borda, en busca de la pasión. O qué tal que por ir detrás de la fantasía lo pierda todo y solo se quede con la infaltable rutina que siempre llega.

Eso sí, amigo lector, si quiere saber qué se responde Ofelia a estas preguntas, léalo y luego #HablemosDeLibros.

En frases

* No solo nos marca la familia en que nacemos, sino también el momento que vive esa familia cuando nacemos.

* No solo puede lastimarnos la verdad. Las mentiras también, y vaya que pueden.

* El amor es dolor, sobre todo. Dolor y algunas cosas más.

* Lo que está bien y lo que está mal cambia a lo largo de los días y de las noches, como si fueran mareas.

* Si sobreviene la culpa vendrá la angustia y este recuerdo se convertirá en un tormento.

* Además de esa vida soy este secreto. Y en el centro de este secreto soy libre de ser la mujer que quiero ser.