Lisa See trae una historia que nos ayuda a conocer mejor Corea del Sur y sus tradiciones más ancestrales, también sobre la guerra. El relato empieza con el encuentro de dos niñas, una de ellas una haenyeo. Estas, son mujeres que sorprenden al mundo por su capacidad de resistir bajo el agua, son apneistas naturales. Desarrollan desde muy pequeñas esta misión y la prolongan a través de generaciones, aunque existe el riesgo de que como tantas otras tradiciones ancestrales desaparezca.

Jeju es la isla en la que se desarrolla esta trama de amistad entre dos mujeres que se juran lealtad desde su niñez, pero cuyo vínculo se verá puesto a prueba ante la más dura de las realidades: la guerra. Ese lugar es hoy considerado patrimonio de la humanidad por la Unesco y también allí se reconstruye la memoria de los excesos de la violencia.

La isla de las mujeres del mar nos cuenta la historia de Young-sook y de Mi-ja en un lugar en donde las mujeres salen a trabajar y los hombres se encargan del cuidado de los niños, pero eso que parece un matriarcado no lo es tanto. Los diálogos de la haenyeo mayores nos permiten entender que al final, el machismo se impone y ellas deben hacer lo que los hombres digan. La minuciosa investigación que hizo la autora para narrarnos este mundo es admirable.

Detalles sobre esa sociedad y cómo se fue transformando, son clave para entender las relaciones en ese lugar, en donde todo se ve interrumpido por la guerra. Todos temían al invasor, Japón, pero como sabemos quienes hemos vivido en países en guerra, a veces los peores enemigos están en el propio territorio. Se fueron los japoneses, pero quedaron los compatriotas, que resultaron peores a la hora de someter a sus semejantes. Leer esos excesos es ver a Colombia retratada allí.

Conocemos poco de Corea del Sur, ese lugar de Asia al que nuestro país envió un contingente de hombres a enfrentar el comunismo, algo que relata muy bien R.H. Moreno Durán en Mambrú, una extraordinaria novela colombiana, que da cuenta de las afugias que debieron pasar nuestros soldados en ese territorio, en donde lucharon por algo que ni sabían qué era.

Tampoco sabíamos de la crudeza de la guerra en ese país y de cómo el silencio de las matanzas y de la opresión se extendieron por años. De manera muy bien lograda, la autora nos va pasando de los terribles episodios que vivieron miles de familias surcoreanas a los bellos pasajes de las tradiciones. De esa forma logra que no nos agobiemos tanto.

Durante casi 80 años va ocurriendo la trama y en paralelo los horrores del pasado y el momento de que Young-sook en su vejez se enfrente con la verdad que no quería recibir, la razón por la que su vieja amiga Mi-ja decidió abandonarla a su suerte en un momento dramático. El destino hace de las suyas y de esa manera al final entendemos el porqué de esa abrupta separación. De nuevo los hilos de la amistad duelen al coserse en la comprensión de los hechos. ¿Quién fue la víctima?

Es una novela que vale la pena ser leída para conocer de la historia de ese país, para entender cómo viven esas mujeres que sorprenden al mundo, sus riesgos, sus sueños y sus emociones, y para descubrir a esta autora, que por lo mostrado en este texto vale la pena explorar otros títulos suyos.

En frases

* Una buceadora codiciosa es una buceadora muerta.

* Con el tiempo, tu tristeza desaparecerá igual que la espuma del mar.

* La ira puede ser peligrosa y tener consecuencias imprevistas.

* Es injusto que las víctimas tengan que perdonar a los que violaron, torturaron, mataron y quemaron pueblos enteros.

* Un momento en que todos necesitábamos, y además queríamos, librarnos del sentimiento de culpa por haber sobrevivido.

* Tu mejor amiga es la persona que mejor te conoce y más te quiere, y eso significa que sabe perfectamente cómo hacerte daño y cómo traicionarte.

* Por muy estúpido o perezoso que sea un hombre, siempre sale ganando. Él no tiene que supervisar a toda una familia.

* Necesitaba aferrarme a mi rabia y mi amargura para honrar a mis seres queridos fallecidos.