“A la memoria de las víctimas del atentado contra el avión de Avianca Boeing 1803, en Bogotá el 27 de noviembre de 1989». Así concibió la novela La golondrina el escritor pensilvanense Alonso Aristizábal, la que terminó publicándose de manera póstuma al final del año pasado.
Esta obra fue una obsesión del autor, que se propuso escribirla para rendirle primero homenaje a su hermano fallecido en la explosión de ese avión que cubría la ruta Bogotá-Cali y que luego fue convirtiendo en una obra que quería extender la relación a todos los demás.
Es un texto que, por lo que hemos sabido, lo corrigió tantas veces el escritor, que hubo varias versiones hasta el trabajo final que quedó en su computador y que su familia resolvió publicar. Aristizábal falleció el 31 de diciembre del 2017.
El libro se plantea como un diálogo del autor con el protagonista, en tono de misiva, tanto sobre lo que pasa en los días posteriores al accidente y, al tiempo, da cuenta de los recuerdos familiares, una oportunidad para rememorar los tiempos compartidos. Entre esos recuerdos está la carta escrita por el protagonista a la Nasa, cuando era un estudiante de bachillerato, para reclamar por la crueldad de enviar monos y perros al espacio sin posibilidad de recuperarlos, «uno de los peores actos de crueldad humana», que muestra el talante que desde sus épocas colegiales tenía el personaje.
Y vamos conociendo más detalles del protagonista: su gusto por los aviones y su obsesión con que se mataría en un vuelo, su afición a la literatura y su buena impresión de la novela El Perfume, de Suskind; y el optimismo que lo acompañaba y lo llevaba a dirigir los equipos de ventas de seguros a buen puerto, como motivador.
Porque este libro está escrito entre el testimonio y a crónica. La literatura aparece en la forma en que se dispone la novela, en varios momentos, intercalando los sucesos de acuerdo a como ocurrieron, pero deja cuenta de que es el compromiso fijado con el hermano de escribir esta historia. Inclusive por momentos en la manera de creer que el fallecido le envía señales, no dejé de pensar en algunos de los cuentos del autor en Un pueblo de niebla, en donde los fantasmas aparecen para darnos testimonio de sus ausencias.
La obra se habría quedado en el intimismo y habría cumplido, pero la obsesión del autor con el drama de este hecho que nos recuerda uno de los peores momentos de la historia colombiana, fue más allá e incluyó también las perspectivas desde el sicario e incluso muestra datos que pueden ser novedosos sobre el entramado que llevó a ese atentado en uno de los peores años de la historia de Colombia.
Hace unos años el diario El Espectador en un reportaje puso en duda que el suceso del Boeing en 1989 fuera un atentado terrorista y lo relacionó con fallas en la fabricación de este modelo, falla que habría ocasionado otros accidentes en el mundo, con lo cual sembró la duda. No obstante, los expedientes y los testimonios recogidos a lo largo del tiempo hace difícil creer que no fue un asunto del narcotráfico lo que provocó la explosión del avión cuando apenas despegaba de El Dorado.
El libro mereció una mejor corrección, la cantidad de errores de teclado, de sintaxis y gramaticales desmerecen de la obra y si hay una nueva impresión ojalá se corrijan.
No puedo dejar pasar por alto la oportunidad para hablar una vez más de la necesidad de que se vuelva a editar la obra principal de Alonso Aristizábal, Una y muchas guerras, una novela capital de la literatura colombiana. El relato de la violencia previa a La Violencia en Colombia, de la cometida por el régimen liberal en los años 30. Es una obra que cuenta un momento clave en la historia del país que vale la pena ser más leída.
Ojalá puedan leer La golondrina, que la encuentran en Amazon o los interesados pueden escribir a obraalonsoarizabal@gmail.com para ver si la pueden conseguir en físico. Léanla, que forma parte de la literatura caldense y #HablemosDeLibros.
En frases
Si fuera por el pesimismo más de media humanidad se moriría de hambre y ni siquiera conseguiría ninguna de sus metas.
Lo tomaba con alarma por hallarme en esa actitud de cuando de noche tenía en mis manos una novela como escudo.
Alguien me comentó que el que se casa por segunda vez es como si estuviera unido a dos mujeres al tiempo, sobre todo si ha enviudado de alguien que ha sido su primer amor. Ulises y Penélope somos todos, hombres y mujeres navegando con la mente puesta en nuestros sueños. Dios bendiga a las madres que entregan su belleza para que el mundo siga su curso.
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