Leer una escritora madura es siempre grato. La buena suerte, la novela más reciente de Rosa Montero, puede ser leída de muchas maneras. Puede ser la historia de un hombre exitoso que se hunde en la culpa y empieza a caer a los más hondo de un hueco oscuro.
Para ello llega a un lugar perdido, un pueblito de mil 500 personas que se muere, pero nada sale como uno lo espera. Su decisión impulsiva de comprar sin ver el primer apartamento que se topa, señal de que ya no piensa claro y quiere dejarlo todo atrás, dejarse, es interrumpido por una persona simple, pero optimista.
Puede ser leída como la obra sobre una mujer, Raluca, en carrera contra el reloj biológico, que ha decidido hacerse cargo de su propia vida, sola, que sale adelante contra el mundo y ve el futuro siempre con pinceladas de arcoíris. Un ser auténtico, tanto que arrastra a otros a su felicidad.
Esos dos seres tan distintos empiezan a vivir, por razones de vecindad, una trama que los va conduciendo por el necesario camino de la aventura. Pablo, el protagonista, huye de su culpa representada en haber criado un hijo del que poco a poco nos van contando su pecado, del que se culpa el padre, como suele suceder.
A cuentagotas también nos van apareciendo historias macabras que han ocurrido en el mundo, padres que matan a hijos, parejas que se juntan para ejercer crueldad. Y venimos a entender por qué, en el momento justo. Una trama bien llevada.
El fantasma del mal hijo lo persigue con presencias violentas y con solicitudes de dinero, que se ve en la obligación de entregar, pero el desenlace empieza a tornarse raro, por circunstancias típicas de la envidia, hasta que al final nos quedamos sin saber qué pasó con ese hijo pródigo y prófugo. ¿Vendrá más de esta historia?
El libro puede ser también leído como una obra de esperanza, como un guiño a la felicidad que se encuentra en las cosas simples, como la posibilidad que se puede tener siempre de lograr encontrar un nuevo comienzo en donde menos se espera, solo es asumir hacerse cargo de uno mismo y no tenerle miedo a improvisar, a arriesgar algo nuevo.
Al final vienen las explicaciones, que Pozonegro no es Pozoblanco, que el personaje principal están inspirado en aquel, pero nada tiene que ver con él; que los edificios de los que habla son apenas inspiraciones y licencias literarias. Y no lo entiendo, porque es ficción y la ficción no debería verse obligada a explicarse, pero en este mundo estamos, en que creemos estar obligados a no dejar espacio para la magia. Mejor #HablemosDeLibros.
En frases
* Los monstruos se ocultan en el lóbrego vientre del silencio doméstico.
* No hay nada que envejezca tan deprisa como el amor mal amado.
* Los miedos muy grandes protegen de los temores pequeños.
* Las religiones se inventaron para intentar otorgarle al Mal un lugar en el mundo.
* Es la virtud animal de la esperanza, una fe desmedida de nuestro derecho a ser felices.
* Lo que llamamos locura no es mas que un desesperado intento de sentir menos dolor.
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