Tomás Nevinson es el protagonista de la novela que lleva por título este mismo nombre. Se acerca a los 50 años de edad, con facilidad para los idiomas, gracias a ser hijo de una inglesa y de un español. Muy joven fue reclutado para trabajar con los servicios secretos del Reino Unido y, hastiado de sentirse usado, ha decidido retirarse. Lleva tres años en ese plan en Madrid cuando su antiguo jefe lo busca para encomendarle una misión extraoficial.
Este personaje de títulos anteriores de Javier Marías reaparece en los años 90, cuando se debate la paz negociada en Irlanda del Norte con el IRA y cuando en España el grupo terrorista ETA llegaba a un momento de barbarie, al asesinar a políticos de provincia a sangre fría. Millones de ciudadanos se lanzaron a las calles a rechazar la violencia, incluso en el propio país vasco.
A ojos de su jefe, Nevinson se ha ablandado, los tres años cerca de su mujer, abandonada por él durante años, y sus dos extraños hijos adolescentes, le han hecho mella. No obstante, el viejo espía se siente útil por el nuevo llamado y acepta la misión, a pesar de sus reservas.
En realidad el libro en sus casi 700 páginas rodea esta frase inicial: "Yo fui educado a la antigua, y nunca creí que me fueran a ordenar un día que matara a una mujer". Nunca hay nada cierto en estos casos.
Su tarea es identificar a una terrorista del IRA que ayudó a ETA y parece haberse mimetizado en una pequeña población española, pero nadie sabe quién es, solo se tienen tres sospechosas y la misión será conseguir la certeza.
Nevinson se hará llamar Centurión y se insertará en esa ciudad como profesor de inglés en el Instituto, como fachada, y empieza a conocer a sus posibles blancos. Se acerca a ellas, a una más y tendrá que tomar decisiones. La novela tiene el defecto de la repetidera, se extiende en los pensamientos de Centurión. Esto la torna lenta por momentos, aunque igual uno quiere llegar al final para saber qué decisión tomó y si logró sus objetivos o se llenó de culpas. Léanla y #HablemosDeLibros.
En frases
* Los relatos jamás son fiables, ni siquiera los de testigos directos.
* En el fanatismo hay siempre entusiasmo, por eso es tan peligroso y contagioso, todo lo pinta muy simple y eso atrae a las multitudes.
* Es lo malo de alguna juventud: con frecuencia cree que se come el mundo, pero se amilana al primer contratiempo.
* Todos los guerrilleros idolatrados, todos los terroristas supuestamente idealistas y liberadores, son antes que nada asesinos de gran listeza, taimados.
* El hombre-masa es el que cree saber de todo y no sabe nada.
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