Tanto con la adquisición de WhatsApp como con la de Instagram, Mark Zuckerberg se comprometió a mantenerlas con su propio desarrollo y no comprometidas con Facebook, su compañía; sin embargo, esta promesa se desvaneció y para muchos violó las leyes antimonopolio de los Estados Unidos, pero no para las autoridades de ese país. Ahora no solo están integradas, sino que se plantea un nuevo nombre para albergarlas a todas, Metaverso.
En parte la decisión del cambio de una de las razones sociales más exitosas del mundo, puede entenderse cuando se lee Manipulados - La batalla de Facebook por la dominación mundial, investigación de las periodistas Sheera Frenkel y Cecilia Kang, de la plantilla del New York Times, quienes se dedicaron a recaudar la cantidad de irregularidades en esta empresa y que, entre otras cosas, está ayudando a socavar la democracia en muchas partes.
Este libro nos cuenta rápidamente cuál era la idea original de Zuckerberg, como se hizo a la empresa y la llegada que resultó definitiva de Sheryl Sandberg, la persona que en Google logró potenciar la explotación de la publicidad y que pasó a hacer lo mismo en Facebook para convertirse en la segunda de a bordo y quien ha potenciado las ganancias de la compañía a cifras astronómicas.
A medida que se avanza en las páginas, vamos descubriendo cómo esta corporación de semejante tamaño, con la responsabilidad de tener datos de sus usuarios, presta poca atención a temas clave como la responsabilidad social de lo que hace. La burocracia o la falta de rigor para prestar atención a las advertencias de algunos empleados llevaron a que se descuidara la importancia de impedir que manipuladores profesionales usen la plataforma para socavar la verdad, la democracia y el bien común.
Exempleados de la empresa, que sirvieron como fuentes para el libro, así lo confirman. Esto fue lo que provocó escándalos como el de Cambridge Analytica, la intervención rusa en las elecciones que terminaron con Donaldo Trump como presidente o incluso en la xenofobia traducida en violencia contra la población rohinyá en Birmania, un país al que se le prestó tan poca atención, que apenas si tenían un traductor de birmano. Las consecuencias fueron funestas.
El libro también muestra uno de los grandes debates que se tienen hoy en día en el mundo sobre la libertad de expresión en las redes sociales. Zuckerberg empezó por sostener que moderar los contenidos significaba la muerte para este derecho fundamental, pero la cruda realidad ha mostrado que el abuso de la opinión, sobre todo la facilidad con la que muchos mienten, es también un negocio y que se ha hecho viral a través de esas mismas redes, hasta montar profesionales en la materia de la mentira, las noticias falsas y la manipulación de las personas.
Todo esto se facilita por la información que sin ningún empacho entregan los usuarios de Facebook a la plataforma. Esta ni corta ni perezosa los usa para vender cara su publicidad, al tiempo que socava las empresas periodísticas de trayectoria, no solo por la competencia por la pauta, sino porque permite que cualquiera con una simple opinión desdiga de las investigaciones o afirmaciones periodísticas. Esto igual funciona en la política.
En el libro Zuckerberg se ve como un hombre con buenas intenciones, pero que hace poco por llevarlas a cabo, porque al final lo que quiere es eliminar a la competencia, mientras que su segunda sigue cometiendo errores en su papel de relacionista pública en el mundillo de Washington.
"Señor Zuckerberg, ¿le gustaría compartir con nosotros el nombre del hotel en el que se ha alojado esta noche?" Esto fue lo que le preguntó el senador demócrata Dick Durbin al creador de Facebook cuando fue citado al Congreso para que hablara de la posible trama rusa. El joven empresario respondió con un nervioso: "pues... no". Sin embargo, su empresa no tiene empacho en usar toda la información de sus usuarios para hacerse comercialmente más efectiva, independiente de los problemas que pueda causar a la salud mental de los adolescentes o a la democracia.
De eso se trata el momento que estamos viviendo y para el que todavía no hay respuestas absolutas. Léanlo y no se dejen manipular, para lo que también sirve leer, entonces #HablemosDeLibros.
Subrayados
* Los periódicos se basaban en años de criterios editoriales y de conocimientos institucionales a la hora de determinar lo que iban a publicar.
* Facebook no era una empresa editorial (...). Era una empresa tecnológica que simplemente daba cabida a las ideas que quisieran colgar sus usuarios en sus páginas.
* Sabían que, cuanto más extravagante fuera la historia, más probable era que un usuario clicara su link.
* Facebook permitió a muchos civiles convertirse en los nuevos megáfonos del odio.
* Su algoritmos favorecían el sensacionalismo.
* FB seguía priorizando las necesidades de la empresa por encima de las de la nación.
* La tecnología creaba cajas de resonancia con individuos de mentalidad afín que compartían las mismas noticias.
* Las enormes ganancias de la red social se han gestado repetidamente a expensas de la privacidad y seguridad del consumidor y la integridad de los sistemas democráticos.
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