La primera vez que leí El olor de la guayaba apenas si había pasado las páginas de tres o cuatro libros de Gabriel García Márquez. Me impactó de entrada la personalidad de ese hombre del que todo el mundo hablaba por ser el escritor que había alcanzado lo impensable al haber nacido en un país como Colombia, el Nobel de Literatura.
Este libro íntimo del pensamiento de García Márquez tuvo un éxito inusitado cuando se publicó por primera vez, pues poco después se supo que la Academia Sueca había seleccionado al mayor representante del conocido boom latinoamericano y del realismo mágico para darle el galardón más importante de la literatura mundial.
Con el tiempo, viendo cómo el escritor Plinio Apuleyo Mendoza está más cerca del espectro derecho del ideario político, mientras García Márquez siempre estuvo en la orilla opuesta, tomó para mí mayor relevancia esta obra porque es la charla de dos amigos, de dos compadres si se quiere, que tienen su amistad por encima de las diferencias que se puedan abrir por la política entre ellos.
Es un acierto que este libro se siga reeditando, además, porque es evidente que esta Colombia ha cambiado mucho y puede suceder que las nuevas generaciones que intenten meterle diente a la literatura del nobel colombiano no entiendan muchas de sus figuras o sus aparentes exageraciones. En esta conversación encontrarán claves de su obra, de sus ideas políticas, de su entendimiento del mundo, de sus influencias, de sus supersticiones, de sus gustos y de cómo lo afectaba la fama, también de su mejor relación con las mujeres. Ya hablaba un escritor mayor, y aún le faltaba el premio mayor.
Volver a las páginas de esta conversación es como cuando pasas o llegas a algún sitio y el olor te traslada a un momento, a un lugar o a un recuerdo en tu memoria. Por eso muchos escritores coinciden en que ya no están para leer, sino para releer, porque cuando vuelves a las páginas que disfrutaste la primera vez encuentras cosas que olvidaste o que no tuviste cómo entenderlo entonces.
Releer este texto después de haberme devorado todas las obras de García Márquez, algunas varias veces, es también disfrutar de muchos más detalles que permiten descubrir los orígenes de este autor, que son los orígenes de sus obras.
A El olor de la guayaba lo siguió después La llama y el hielo, en donde Mendoza cuenta la relación cercana con García Márquez, otra obra para quienes pretendemos ser gabófilos, que nos enseña del más grande de los escritores colombianos en toda la historia. Léanlo o reléanlo y #HablemosDeLibros.
En frases
· Nadie puede ayudarle a uno a escribir lo que está escribiendo.
· El periodismo me enseñó recursos para dar validez a mis historias.
· El deber de un escritor, y el deber revolucionario, si se quiere, es el de escribir bien.
· No hay nada comparable a la lealtad de una mujer.
· La vida termina por volverlo a uno cada vez menos inocente.
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