El viejo comentario de que cierto periódico tenía tanta sangre en sus páginas que se corría el riesgo de que le chorreara, se le podría aplicar perfectamente a Casa de furia, la más reciente novela del premiado Evelio Rosero.

Se trata de una novela que busca ser un sainete, pues toda la obra se desarrolla en un día en el que los dueños de casa, un magistrado que ha alcanzado un  sitial en la sociedad y su esposa, celebran un importante aniversario de casados y han preparado la fiesta del año. El problema es que todo daría chiste si no fuera tal la violencia, que termina por cansar en las páginas.

La obra es una seguidilla de eventos desafortunados, desde que en casa a primera hora se aparece el tío Jesús, el que nadie quiere por ser una rémora social, pero lo toleran, pero ese día no. Ese día no hay espacio para aguantar desplantes, es un día de felicidad para el matrimonio Caicedo - Santacruz.

Las hijas del matrimonio tienen la particularidad de tener cada una el nombre de la ciudad en las que fueron concebidas, menos la menor, que se salvó porque un santo hizo un milagro y quedó nombrada por el santoral: Uriela.

Si bien, la violencia era ya un hecho en la literatura de Rosero, con Los Ejércitos, en este caso se trata de una exacerbación, y si bien en la escritura todo está permitido a los autores, es su derecho, también es el derecho del lector saber hasta dónde aguanta o no.

La obra se fecha en 1970, en una Bogotá menos urbanizada, en donde las buenas costumbres eran cantinela de todos los días y las apariencias asunto de supervivencia en los círculos sociales. También es la época en la que la bonanza marimbera hace de las suyas y también en un pariente de esta familia, el sobrino favorito de la dueña de casa, un personaje sacado del arquetipo del traqueto, que se da sus lujos excéntricos como montar en una mula, en lugar de su carro.

Las jóvenes hijas del matrimonio cargan sus propios dramas, la una avisa de su embarazo prematrimonional con un hombre al que no se aguanta, la otra se entera de que su novio se casará con otra en Armenia, una más decide huir para siempre con un cantante de ópera y carnicero entrado en años, una más es la rebelde sin causa que hace notar a la familia lo mal que está y es famosa por haber ganado un concurso infantil y otra prudente que no desperdicia una buena oportunidad para una noche loca.

El magistrado Caicedo sale en busca de su hija y se encuentra con una venganza pendiente, que tenía un personaje al que condenó años atrás, el mismo que le promete que acabará con todo y sus hijas en su propia casa. Las mismas venganzas que eternizan la guerra en nuestro país.

Las escenas de violencia se van incrementando y de pronto lo que pudo haber sido una orgía social, termina siendo una orgía de sangre que se sale de toda proporción, hasta el punto de terminar siendo de tan increíble casi una caricatura, pero una dura caricatura de la violencia que ronda en Colombia y en otros países latinoamericanos.

Al tiempo es una burda crítica a personas que se creen mejores que otras por alcanzar mejores posiciones sociales, gracias también a la plata pública o a los golpes de suerte del destino, si se quiere.

En fin, si usted es de los que se impresiona fácil, esta novela no es para usted, pero si es alguien que quiere explorar cosas distintas, este es un libro que puede guiarlo por distintos caminos. Tal vez, de manera grotesca sea otro modo de ver la banalidad del mal, esa posibilidad de que cualquiera en ciertas circunstancias puede ser tan cruel como los peores personajes de la historia de la humanidad.

Advertidos están, pero si lo leen, me cuentan para que #HablemosDeLibros.

Las escenas de violencia se van incrementando y de pronto lo que pudo haber sido una orgía social, termina siendo una orgía de sangre que se sale de toda proporción.

• * Y el muerto despertó. Quedó sentado. Era tiempo de resucitar.
• * Distaban las seis hermanas de la sinuosidad. Eran transparentes, a su manera.
• * Habían fingido que rezaban para darle otra vez otra esperanza y quitársela.
• * En el revuelo de plumas que flotaban cayó a tierra sin alcanzar a gritar país.
• * Pisaba el cemento de la calle como si rodara hacia abajo por un precipicio.