Leí por primera vez este libro con el título de Diario de un delincuente, que se publicóhace 19 años. Ahora sale una versión solo digital con un nuevo nombre: "Yo confieso", pero con el mismo sello de garantía de su firma: José Navia Lame.
Este periodista caucano es un maestro de la crónica en Latinoamérica. De bajo perfil, Navia ha sabido mantenerse vigente en el difícil arte de la no ficción.
El prólogo nos advierte de qué se trata este trabajo: "Algunos de los delincuentes que transitan por las páginas de este libro se mimetizan en barrios de clase media y actúan como el más ejemplar de los vecinos".
El protagonista del libro era un buen estudiante de colegio, que empezó a salirse del redil, a presentarse como el duro de la gallada, a consumir estupefacientes y a realizar los primeros atracos hasta irse consolidando como un delincuente cuidadoso, que ha sabido mantenerse sin aspavientos.
De eso se trata este reportaje. De cómo se labra la carrera criminal de una persona en una mundillo en el que se está a la puerta de toda clase de peligros. Se propuso el experimentado periodista contar la historia de un delincuente sin juzgarlo, pero sin endiosarlo, sin que a partir de sus cuentos inspirara a otros a hacer lo mismo. Esa es la mayor dificultad en este tipo de relatos, no juzgar, pero tampoco ser apologista. No siempre se consigue.
Esta pudo ser una entrevista pregunta respuesta, facilismo al que recurren con mucha más frecuencia periodistas últimamente, pero este conocedor de los secretos de la narración prefirió revalidar el reportaje y le rinde culto. Relata los encuentros, el autorapenas si aparece cuando es necesario porque quienes dan testimonio lo involucran, cita varias fuentes y recrea las escenas con lo que pasa alrededor. Sin juegos pirotécnicos, sin verborrea, con periodismo puro y duro. Es un texto del que cualquier persona sabrá sacar provecho, pero debe ser imprescindible su lectura para todo periodista. Es una lección de cómo abordar estos temas difíciles.
Releyendo este libro recordé esa obra maravillosa del argentino Osvaldo Soriano que es Artistas, locos y criminales, en donde la narrativa es tan poderosa que cada episodio de los protagonistas se mete en la médula del lector. Además, nos relata el bajo mundo, que nos parece tan ajeno, tan de película, pero que ocurre al otro lado de la calle del barrio que habitamos. Al tiempo, se denuncia la corrupción de cuerpos policiales y se muestra lo más ruin del ser humano, de cómo alguien cercano puede ser el que instigue a los delincuentes a robarte o hacerte daño, el "inicio" lo llaman.
Navia pasa con suficiencia al escrito el lenguaje oral, de barriada bogotana, otro mérito. Así habla Rangel, el protagonista de este relato que, por supuesto, no es su verdadero apellido: "¡Sss qué va..! lo que pasa ss qu'anoche se echaron al Burrito y estoy tratando de recuperar unas cosas que el socio tenía encaletadas onde el gusano y qu'eran mías". Es un ñero moderado, califica el autor.
Esta obra se puede adquirir en versión digital en las tiendas de Apple, Amazon y Google. Aún no se reedita en impreso. Esperemos que pronto se logre tener de nuevo en el papel.
En frases
* Rangel mantenía su cautela y era apenas obvio, pues gracias a ella estaba vivo.
* No tenía alma de asalariado. Decía que él no se le alquilaba a nadie.
* Mantiene un perfil bajo entre los bandidos, nunca alardea con lo que hace, no se mete en una 'vuelta' sin analizar todas las posibilidades a favor y en contra y, sobre todo, trabaja con gente seria.
* En la dimensión en la que se mueven estos personajes la vida corre más rápido y de un día para otro hay noticias de muertos, encarcelados, robos, puñaladas y balazos.
* Por estos lados no se aplicaba el almidonado y artificial ritual del encuentro bogotano: aproximación de mejillas y ruido de biberón para simular besos.
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