Me invitaron hace un par de años a hablar con estudiantes del Colegio San Luis Gonzaga sobre libros y resolví una duda que me daba vueltas desde hace rato en torno a Cien años de soledad. Mi inquietud era qué tanto podía conectar ese libro, que nos habla de una ruralidad y una realidad que resulta muy ajena, con los jóvenes urbanos de hoy. Sin embargo, los contertulios adolescentes me dieron tranquilidad, el libro les seguía gustando por su magia.
Eso es lo que tiene la literatura de hondo calado como la que dejó Gabriel García Márquez, al inventarse un mundo de calles polvorientas, aguaceros diluvianos y matronas tan afamadas, que hasta el papa las visita a la hora de recorrer el camino a su última morada.
"Macondo no es un lugar, sino un estado de ánimo que le permite a uno ver lo que quiere ver, y verlo como quiere". Esta frase del nobel colombiano ha dado para todo, incluso para quienes opinan que se refería a una suerte de trance, a la que entraba el autor a la hora de emprender la tarea de contar sus recuerdos, que eran la fuente de su realismo mágico.
Camino a Macondo - Ficciones 1950-1966 recoge la obra que antecedió a Cien años de soledad y nos da pistas de cómo se construyó ese mundo mítico de Macondo. Esta obra recoge publicaciones que aparecieron primero como columnas ligeras bajo el subtítulo de apuntes para una novela, en La Jirafa, el espacio de su autoría en El Heraldo, de Cartagena. Allí el joven autor da las puntadas de lo que sería su obra, pero es en La Hojarasca en donde ese mundo empieza a cobrar una vida de largo aliento.
Quien tema aún metérseles a las páginas de los Cien años, esta recopilación que escogió Conrado Zuluaga, un gabófilo empedernido, les permitirá a los lectores ir entendiendo ese mundo poco a poco, así como ese estilo exgerado, a veces caricaturesco -como en la Mamá Grande-, así como la conexión en toda la obra de Gabo, lo que le hizo decir alguna vez que todo escritor escribe el mismo libro, o algo así -parafraseo-.
También se pueden encontrar los vasos comunicantes entre unos textos y otros. Cómo la historia de El coronel no tiene quien le escriba o de La mala hora, recoge entre líneas anécdotas de esos relatos sueltos que publicó antes en su columna o en sus cuentos.
Releer a García Márquez me deleitó como si lo leyera por primera vez. Varios de estos textos los leí hace tanto que no tenía conciencia ahora de haberlos comprendido en su plenitud. Es una maravilla volver a él. Quedó faltando publicar las fechas de los artículos sueltos para mayor claridad de los lectores, así se conozca que se encuentran en esos tres lustros previos a la más grande novela de la literatura latinoamericana.
El prólogo a cargo de Alma Guillermoprieto, maestra de periodismo y un referente de la crónica en el continente, nos da ideas de cómo sí hay que creerle a García Márquez por aquello que sostenía de que no se había inventado nada. O como lo mencionó su mamá: que su hijo lo que tenía era muy buena memoria, porque todo eso se lo habían contado.
Así mismo, Zuluaga, en su nota editorial, nos da más pistas de cómo se fue formando ese mundo macondiano en la literatura en ebullición del escritor colombiano. Creo que es una falla de la editorial no incluir un resumen de hojas de vida de estos dos autores, para que quienes no los conozcan se hagan una idea más clara de la importancia que tienen sus miradas sobre la obra completa del aracataqueño.
Muchas veces me preguntan qué libro se le puede regalar a un joven al que se quiere iniciar en la lectura, pues este es una buena opción, no solo porque permite recorrer el viaje a Macondo y derivará en Cien años de soledad, sino también porque se trata de una cuidada edición, por los textos escogidos y por la presentación gráfica. Un verdadero regalo.
Sé que no soy objetivo hablando de la literatura de García Márquez. A pesar de mi sesgo, no duden en leer, si no lo han hecho, o releer, que siempre resulta satisfactorio con las buenas obras y #HablemosDeLibros.
Nota: Al releer la novela de los pasquines, que es La mala hora, me sorprendió cómo hay cosas que no cambian, antes las calumnias se publicaban en pliegos en las puertas y ventanas de las casas, ahora por las redes sociales, pero son las mismas calumnias hasta con su mala ortografía, de las bodegas.
Lo que encontrarán
* Primeros textos: La casa de los Buendía; La hija del coronel; El hijo del coronel; El regreso de Meme; Monólogo de Isabel viendo llover en Macondo; Un hombre viene bajo la lluvia; Un día después del sábado.
* La hojarasca.
* El coronel no tiene quien le escriba.
* Los funerales de la Mamá Grande: La siesta del martes; Un día de estos; En este pueblo no hay ladrones; La prodigiosa tarde de Baltazar; La viuda de Montiel; Rosas artificiales; Los funerales de la Mamá Grande -que da nombre al libro de cuentos-.
* La mala hora.
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