Leer a los autores japoneses es darse la oportunidad de conocer otros mundos. Junichiro Tanizaki nos recrea con Cuentos de amor el terremoto que arrasó con Yokohama en 1923 o nos devuelve a la era Meiji, o incluso a la de los últimos samuráis. Con una pasión por la literatura, pero también con admiración por occidente. Eran tiempos de conflicto en ese país entre las tradiciones y las innovaciones que venían de otras latitudes.
Historias de geishas, de mujeres que parecen víctimas, pero pueden ser victimarias, de hombres apocados por la perversión y de grandes historias de amor, sin tratarse necesariamente del romanticismo idealista, sino más bien, al gusto de cada personaje extraño.
No solo hay magia en la descripción de escenas, la inventiva, sino en la capacidad para enseñarnos las cosas de su pasado, del japonés. La obra de Tanizaki se dio en la primera mitad del siglo XX y fue señalado por críticos como el de mayor capacidad narrativa de su tiempo, y el que mostró el camino a los que vinieron después.
Esta colección de cuentos, dicen los traductores, trae algunas obras que nunca antes habían sido traducidas al español. De hecho, varias fueron censuradas y las partes censuradas nunca aparecieron. Allí se da cuenta de ello.
La introducción a la obra permite a los lectores entender el momento en el que crece este escritor y cuáles son los debates sobre la idiosincrasia de ese país, que pretendía mantenerse imperio. Esta frase que se le atribuye como si fuera su evangelio lo define perfecto: "El arte es la vida y la vida es el arte".
Y de esto se encuentra en los cuentos. Pintores que se pierden en su arte o en la búsqueda de la perfección, la suya o la de la mujer que los inspira; hombres que gozan al sentir en su piel las prendas delicadas de las damas japonesas; otros que se pierden en lugares que los deshonran o en mujeres que los detestan. Hasta un cuento con un misterio, al mejor estilo de Arthur Conan Doyle, en El caso del baño Yanagi.
Pocas piezas se encuentran más bien hechas que describan ese fetiche que tienen en Oriente por los pies perfectos de las mujeres. Los pies de Fumiko dejan un claro mensaje de por qué hay quienes rinden culto a esta parte de la anatomía: "en las curvas que van de la rodilla a la punta de los dedos de los pies".
Entre los cuentos se destaca una obra maestra, El segador de cañas. Una historia de perversa pasión y de nostalgia por épocas de ríos y cortesanas, así como gusto por el paisaje. Luis Antonio de Villena, el poeta español que pasó por Manizales el año pasado, describe así a este autor: "Tanizaki da cien vueltas al archisabido Murakami". Suficiente provocación para leerlo.
Algunas frases
Durante muchos años, el verdadero deseo de Seikichi fue hallar una hermosa mujer de piel resplandeciente en la cual tatuar su propia alma.
Si debía morir por los talones de Fumiko, moriría de buena gana.
Esa mujer no es guapa, se le nota la lujuria en la cara.
El cielo otorga el talento solo a determinadas personas, y los hombres mediocres nunca pueden lograrlo.
Cuando uno es joven, el recuerdo del pasado es simplemente una ilusión que nada tiene que ver con el aquí y el ahora; pero para los viejos el pasado es un alimento indispensable.
Los que desconocen el carácter de los gatos afirman que son más desapegados que los perros, antipáticos y egoístas. Shozo, al oírlo, pensaba que esas personas no podrían entender el carácter amoroso de los gatos...
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