Las letras de Caldas en el Bicentenario fue la colección que el año pasado patrocinó la Secretaría de Cultura de Caldas y que realizó el Consejo Departamental de Literatura, como acto conmemorativo de los 200 años de la Batalla de Boyacá, que consolidó la Independencia.
Se trata de tres libros, dos son compilaciones, que los encargados llamaron antologías, y uno más es una mirada rápida a la historia de Caldas, sus libros y sus nombres.
Hay que valorar la intención de la Secretaría de atender las críticas que algunos hemos hecho sobre la desidia mostrada en torno al libro en las políticas públicas tanto del Departamento como de la Ciudad, que nos deja atrasados en comparación con lo que hacen otras regiones e incluso las ciudades vecinas.
Así fue como se decidió hacer una convocatoria, al menos para el libro de cuentos, para autores que cumpliendo unos requisitos quisieran participar en la selección, que compiló Óscar Trujillo Zuluaga. El problema de nuevo fue que no se reconocían honorarios ni los derechos a los autores, a quienes se les prometió que si eran seleccionados les entregarían cinco libros. Esa no debería ser la forma de tratar a quienes se dedican a escribir, que merecen recibir un pago por su trabajo intelectual.
Cómo nos hace de falta recuperar la Biblioteca de Autores Caldenses o los concursos literarios del Departamento para que en franca lid participen nuevas y viejas voces y se difunda a los mejores, que tengan oportunidad de ser publicados y, sobre todo, leídos.
El texto que recoge los cuentos, publica a 22 autores vivos. Un boletín de prensa de la Gobernación de Caldas hablaba el año pasado de que se hacía una selección de entre unos 20 participantes. La impresión que queda es que no hubo tal selección y publicaron a los que enviaron, con las consecuencias que esto trae, la calidad es variopinta, textos muy buenos, con otros que parecían producto de un taller y que les faltó cocina, esto por no mencionar un par que carecieron al menos de la corrección de tildes.
Es una lástima que estos esfuerzos no tengan la curaduría debida o los recursos que se requieren para un mejor trabajo. Son obras que se quedan engavetadas porque no circulan, según un testimonio de un miembro del Consejo de Literatura, se imprimieron de a 200 libros, eso apenas si alcanza para las bibliotecas y alguno que otro de buenas, como yo, al que le llegan.
No se pierdan en la selección de cuentos Narrar a Caldas los cuentos Claudia Piernaslindas, de Jaime Echeverri; Equivocados, de José Edilberto Zuluaga que nos trae la picaresca caldense; El conde pierde su colmillo, de Gloria Inés Peláez; o La resucitada, de Juanita Hincapié Mejía.
Una antorcha en las tinieblas es la antología de poetas caldenses en los que se tienen de varias generaciones, que el compilador, Juan Carlos Acevedo, dividió en Poetas mayores, en Una generación intermedia, Generación X y nuevas voces. Toda nominación de una generación es un capricho y este es el de quien se toma la tarea de recoger y publicar. También en esta selección hay calidades diferentes, permite pasarse por estilos distintos y por sensibilidades diversas.
Lamento que la necesidad de aprovechar el espacio haya hecho que en lugar de tener unos poemas organizados, se pongan unos debajo de otros, lo que trae como consecuencia que algunos quedan titulados en una página y empiezan en otra o, peor con los que carecen de título. Se queda uno sin saber si son estrofas de un mismo poema o varios poemas diferentes. La poesía si algo tiene es estética y esta hay que cuidarla.
El libro de Ángel María Ocampo es una mirada somera, casi de índice, de lo que han sido las publicaciones clave y los nombres que han enriquecido la memoria de nuestro pueblo. Es un documento que se convertirá de consulta para quienes quieran saber sobre textos que se han escrito de los municipios de Caldas.
Si se trata solo de nominar a todos los que han publicado está bien, pero aquí hay también la idea de homenajear a quienes han trasegado en ese difícil mundo de contar la historia de nuestra región. Por eso se debe ser más exigente.
Ojalá entiendan desde la Secretaría de Cultura que es necesario tanto por el libro como se hace por la música, no son críticas personales, sino a un sistema que impera desde hace rato, en el que se publican entre los mismos. Qué bueno ampliar las convocatorias y promover que es necesario pagarles el trabajo intelectual a quienes se dedican al arte de la escritura, y que además se promueva la lectura de sus libros, como se hacía con la vieja Imprenta Departamental cuando se tenía. Celebramos que se intente hacer algo, pero se puede hacer más y mejor.
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