Fanny Bernal * fannybernalorozco@hotmail.com

Al ver, leer y oír las palabras que usan los candidatos a la Presidencia de la República, no queda más que sentir preocupación por lo que estamos viviendo y nos espera a los colombianos. Guerra verbal, insultos, descalificaciones, burlas, desacatos, indiferencia, constreñimiento electoral, corrupción desmedida, frases vacías sin ningún contenido importante y de contera, sofismas de distracción. A algunos se les nota que improvisan, que no saben de qué hablan, que no leen ni conocen el país. Es decir, que no están preparados para dirigirlo.

En las entrevistas les interrogan acerca de algún problema y la forma de enfrentarlo, y muchos se van por las ramas, hablando de cosas que nada tienen que ver con las preguntas formuladas. Lo que si saben es juzgar, criticar y desprestigiar a los otros. Destilan veneno y afirman que quieren un país en paz y unido, sin embargo, es curioso que ni ellos ni sus asesores, conocen lo que significan las palabras mesura y sensatez.

Llevamos años que parecen siglos, escuchando a mandatarios déspotas, autócratas, arrogantes, ególatras, presuntuosos, que no generan ninguna confianza, que hablan desde sus rabias y sus odios, que mienten de manera descarada, que obran desde la trampa y de jugadita en jugadita, que instigan e impelen a la violencia, sin importar las consecuencias; pero eso se da, mientras ellos están custodiados por todo un séquito de escoltas.

Vivimos años en una sociedad con miedo, sitiada por diferentes grupos legales e ilegales, donde cunden por doquier masacres, desplazamientos, desapariciones, torturas, migraciones, asesinatos, hambre, desnutrición, violaciones, pobre o ninguna educación, corrupción, indignidad; con duelos que no sanan, con problemas que atentan contra la salud física y emocional de los ciudadanos y del medioambiente, donde la ley del atajo campea por diferentes espacios.

Una sociedad así, requiere tener mandatarios que trabajen con honestidad, con ética, con empatía, con integridad y amor por su pueblo y que sepan armonizar, transigir, unir, para mejorar y conciliar para llegar a acuerdos que generen confianza y seguridad.

Desarrollar inteligencia emocional es un proceso que requiere de voluntad y responsabilidad consigo mismo y hacía los demás. Implica asumir valores y virtudes de manera responsable. Es decir, unos mínimos éticos para el encuentro con las demás personas, respetando su humanidad, lo cual significa, tener una escucha empática y una gran capacidad para dialogar y concertar.

No se gobierna solo con y para los amigos. Escuchar con respeto y dándoles la importancia que se merecen a aquellos que piensan diferente, es la esencia de la política y la diplomacia, recursos que escasean en este país.

Un mandatario con justa y adecuada inteligencia emocional, se conmueve y responde al dolor de los demás, con empatía y compasión. Asume desde la ética, los compromisos adquiridos; deja de usar eufemismos y de vivir en un mundo paralelo, en el que la ficción le lleva a mirar para otro lado. Es que pareciera que los intereses que los mueven al posesionarse son solo viajar con sus numerosas comitivas y vivir bueno, a espaldas de la realidad y del pueblo que los eligió.

¡Es una pena que muchos carezcan de inteligencia emocional!.

* Psicóloga - Docente Universidad de Manizales

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