Fanny Bernal Orozco * liberia53@hotmail.com
Vivir un duelo siempre es triste por todas las afectaciones que este origina en las familias, en los amigos e inclusive en una comunidad. Hoy vemos con asombro y miedo como las cifras de contagios y muertes aumentan. Cómo lo escribió este periódico en su primera página del día 22 de julio: ¡Qué pesadilla!
En Colombia, a raíz del alto número de contagios y el riesgo que se ha acentuado para no vacunados y vacunados, la situación se ha tornado cada vez más dramática. Las historias son angustiosas y amargas. La soledad y la impotencia se unen, lo cual hace más más complejo este panorama.
En un hogar, cinco personas se contagiaron, dos de ellas murieron. Quienes sobrevivieron, por su condición de enfermos, no pudieron estar presentes en las ceremonias funerarias. Quedarse en casa y no participar en ningún ritual es, para el doliente, como si no hubiera habido una despedida, es una situación muy dolorosa.
Un día su ser querido sale para el hospital con la esperanza de buscar la recuperación y poder volver a su familia y, lo que se da, es un encuentro con la muerte. Triste final cuando se han alimentado la fe y la esperanza.
Y con la ausencia del ser querido, comienzan los cuestionamientos, quizás las culpas ante los asuntos pendientes que quedan sin resolver, además de la sensación de impotencia e impaciencia, cuando otras personas -fuera del círculo- a modo de querer consolar, manifiestan que hay que aceptar tales sucesos, sin detenerse a pensar que en general, pocos están preparados para enfrentar tales contingencias.
Sin embargo, es real que cuando se está en duelo y aunque hay momentos que se quieran vivir en soledad para hacer reflexiones o decantar lo sucedido, la compañía de personas especiales siempre es un bálsamo que consuela y produce alivio, cuando llegan esas insoportables oleadas de dolor.
La soledad hoy es diferente, no es elegida. Es por prevención, enfermedad, confinamiento, hospitalización y cuidado. Ni dolientes, ni amigos, ni otros familiares, se pueden encontrar y menos abrazar. Los dolores y los sufrimientos se tienen que vivir desde la distancia y la soledad, una soledad que se prolonga ante la ausencia tanto de los que murieron, como de los que están vivos.
Nota: Muchas felicitaciones a La Patria a sus Directivas, periodistas, empleados y columnistas por cumplir 100 años de información y de hacer y recoger la historia de Manizales, del Viejo Caldas, del país y del mundo.
* Psicóloga - Docente titular de la Universidad de Manizales.
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