Fanny Bernal * fannybernalorozco@hotmail.com
Cada tanto, muchas personas utilizan parte de su tiempo en poner la casa en orden, y esto implica limpiar, sacar la basura, romper papeles, mover de sitio algunos elementos, regalar lo que no usa, mandar a arreglar lo que está dañado, abonar las plantas, poner flores, en fin, embellecer los espacios domésticos. Realizan todas estas acciones con el fin de sentirse más a gusto en el espacio que habitan.
A este respecto caben algunos interrogantes:
-¿También invierten tiempo en arreglar la casa interior?
-¿El empeño y la energía que ponen en limpiar el entorno, lo usan también para embellecer la parte interna, es decir, la casa interior?
-¿Qué tanto cultivan su mundo interno?
-¿Están en armonía consigo mismos?
-¿Están atentas a fortalecer su paz emocional?
-¿Viven en el presente o gastan su tiempo pensando en los dolores del pasado y en ansiedad por el futuro?
Quizás sea esta una labor que requiera tiempo, paciencia, voluntad y disciplina, puesto que los cambios no se logran de una vez, más aún cuando se ha vivido durante largo tiempo, acompañado de creencias, limitaciones y diálogos internos tóxicos, lo cual ha sido usado como el mecanismo perfecto para justificar y argumentar que no hay nada que cambiar, ni nada que cultivar.
Algunas personas se acomodan en el papel de víctimas, hablan desde las quejas, señalan a otros de su infortunio y jamás se responsabilizan de nada. Otros posiblemente están unidos al pasado, a sucesos de los cuales son prisioneros, a personas dañinas y asfixiantes y -a pesar del dolor y el desasosiego- han elegido la resignación y se han quedado quietos, viendo como pasan su vida y su tiempo sin siquiera intentar crear otras formas de asumir la vida.
Las tareas de embellecer la casa interna, y el camino para lograrlo, pueden estar rodeados de frustraciones, sobre todo, cuando la meta la quiere alcanzar una persona impaciente y ansiosa. Es necesario aprender que esa meta se alcanza paso a paso, que no existen los atajos, que la meta es solo un símbolo, que el camino es lo más importante, y que siempre habrá que hacer paradas para mirar, observar, girar los pasos, recomenzar.
Todas estas acciones convierten este sendero en un importante desafío que permite imbuirse en el mundo de la interioridad, todo para ejercer compromisos en la autovigilancia y la reflexión, sobre hechos trascendentales, en cuanto a la historia personal, las relaciones que se tejen con las demás personas, el sentido de la vida, la comprensión de las emociones sanas y las perturbadoras, ejercer los valores más excelsos y limitar las acciones que empobrecen la autoestima y la dignidad.
Por todo lo anterior, esa tarea de revolver para limpiar y arreglar la casa interior, significa autotransformarse, ejercer la labor de jardinero interior, cortar la cizaña y abonar, compartir los frutos con los demás a partir de actitudes y palabras generosas y empáticas que den cuenta de la siembra, del abono y de las nuevas cosechas, todo esto para ir en busca de ese camino que lo lleve de vuelta hacía la casa interna.
* Psicóloga - Docente Universidad de Manizales.
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