Fanny Bernal Orozco* fannybernalorozco@hotmail.com
Como todos sabemos y sentimos, la covid-19 llegó a irrumpir e interrumpir la vida cotidiana de todos los seres humanos. Para muchas personas ha sido muy difícil asumir el encierro, el distanciamiento físico, el trabajo remoto y el estudio virtual; mientras que para otras, el estar en casa, les ha permitido, dejar de correr e -incluso- sosegarse y atemperarse un poco.
De manera abrupta se han tenido que cambiar los hábitos, las costumbres, los rituales diarios, algunos de ellos con implicaciones para la salud física, emocional y mental, todo lo cual incide en comportamientos y actitudes, que llegan hasta a afectar a las familias y demás personas que comparten una misma casa.
Una mamá cuenta que, desde abril, su hija comenzó a dormir hasta las 3:00 de la tarde y a acostarse entre las 5:00 o 6:00 de la mañana. Ocupa todo su tiempo en revisar las redes y como al levantarse ya ha pasado la hora del almuerzo, entonces su alimento se reduce a golosinas y harinas, por lo cual ha aumentado notablemente de peso. Cuando se mira al espejo afirma que está muy triste, porque en la calle y en Internet, ve muchas mujeres bellas, muy bien arregladas y con unos cuerpos esculturales.
De otro lado, un señor expresó que estaba con mucho insomnio y preocupado, porque está pendiente todo el tiempo de las noticias y se mantiene al día en las estadísticas de contagiados, fallecidos y recuperados, lo que le ha afectado mucho. Tanto que ha comenzado a tomar -dice él- todos los días unos traguitos. para poder conciliar el sueño.
En un hogar donde hay dos niños de ocho y nueve años, el papá les compró a cada uno de ellos tabletas con el propósito de que se entretuvieran, no los importunaran y los dejaran trabajar, tanto a él como a su esposa.
En otra casa los abuelitos rezan todos los días rosarios a diferentes horas del día, acompañados de las distintas cadenas de televisión, y a todo volumen, estos rezos, terminan generalmente en fuertes discusiones, cuando se les pide el favor de que bajen el volumen, porque los otros necesitan trabajar o estudiar.
Una señora pide a su esposo que hasta que esta contingencia se supere, puedan vivir con ella sus padres y hermana. Aduce que esto la haría sentir mucho más tranquila. Serían entonces, tres personas más. El marido responde que no está de acuerdo en convivir con más personas en su casa.
No es fácil cohabitar con otras personas, así sean de la familia. Es necesario hacer acuerdos claros y poner límites que propicien el respeto, el cuidado y el autocuidado, de lo contrario -con pandemia o sin pandemia- la convivencia y las relaciones pueden llegar a tornarse tóxicas y enfermizas.
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* Psicóloga - Profesora titular de la Universidad de Manizales.
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