Fanny Bernal * fannybernalorozco@hotmail.com
Estar en duelo es una experiencia que nos plantea diferentes interrogantes que nos llevan a afrontar diversas respuestas emocionales y físicas. En muchos casos se agudizan cuando ocurre el fallecimiento de un ser querido y, simultáneamente, comienzan a pasar fechas especiales que se celebran tanto en las familias como en el entorno social.
Son días importantes que invitan al reencuentro con personas queridas para celebrar, conversar y rememorar. Cumpleaños, aniversarios de matrimonio, día del padre o de la madre, graduaciones, ascensos, fiestas de Navidad, etc. En fin, todos esos momentos en los que la familia y demás seres amados expresan la necesidad de estar unidos, pero que ante la ausencia por muerte de alguno de ellos, esto ya no es posible.
Algunas familias mantienen rituales afectivos, que son muy íntimos y significativos, como la excusa perfecta para expresar el amor, la calidez, fortalecer lazos y cultivar la cercanía. También en ocasiones, a partir de la falta de alguno de los integrantes (ya sea de un grupo familiar o de un círculo de amigos) se originan algunos rituales. Esto como una manera de homenajear la memoria del ser querido fallecido, pero también se puede dar el caso contrario: Que se den por terminados los encuentros y los rituales.
Cuando se está transitando por un duelo, las fechas especiales se tornan difíciles de asumir. Es frecuente que los dolientes expresen frases como: ‘No quisiera que llegara este día’, ‘me quisiera dormir y despertar en dos días’, ‘yo no sé para qué existe la memoria’, ‘detesto tener que salir y ver a todo el mundo tan feliz comprando regalos’, ‘la gente no entendería la rabia que me da verlos a todos disfrazados como si no hubiera pasado nada’, ‘mis compañeros de la oficina, me dicen dizque feliz Navidad…’, ‘creo que a muchos les falta respeto y consideración en estos momentos de dolor’, -‘cómo que feliz cumpleaños…’.
Con muertes recientes, el dolor es inmenso y muchos se aíslan. No quieren propiciar encuentros de ninguna naturaleza, sienten que hablar del fallecido les agudiza su pena y les hace sentir más vulnerables. Hay otras familias que se reúnen para conversar, lloran, ríen, evocan y sienten que esto les ayuda a aliviar su aflicción.
Este testimonio acerca del día de la madres es interesante; ‘Nos reunimos en la casa de uno de mis hermanos (estamos cinco vivos) y ahí estaba mi padre con su buzo de rayas silencioso y distante. Había nietos, dos nueras, un yerno, todos contábamos anécdotas de mamá. Lo hacíamos a veces con tristeza, a veces con humor. Un amigo sacó su guitarra y cantamos unas canciones que a mis padres les gustaban cuando eran jóvenes. Poco a poco papá se fue integrando. Fueron momentos íntimos, inolvidables y sanadores. Esa tarde yo me despedí con la certeza de que mamá estaba ahí y sí, aunque parezca extraño, hubo una celebración’.
Hay que estar muy atentos a las fechas especiales para que los dolientes no se vean en riesgo de sufrir una recaída, ante la cual, el dolor se desborde y sea más difícil la recuperación. Por ello, es muy importante tener con quien hablar y sentirse confiados para expresar las emociones que más perturban y si es necesario acudir a solicitar apoyo profesional.
* Psicóloga - Docente Universidad de Manizales.
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