Fanny Bernal * fannybernalorozco@hotmail.com
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada año mueren 2,6 millones de bebés antes de su nacimiento, hecho que tiene que ver con diversas situaciones, como -por ejemplo- precarias condiciones económicas, sociales, educativas, psicológicas y la poca y pobre atención en salud, entre otras.
La muerte de un bebé en el vientre de la madre origina una serie de afectaciones emocionales que, en la mayoría de las ocasiones, se pasan por alto y se invisibilizan, en primera instancia, por las mismas entidades de salud.
El duelo por este infortunio es un dolor que se vive en soledad, no hay rituales, no hay despedidas, no hay ninguna ceremonia que honre la memoria. Es más, existe un desconsiderado trato en el cual se evidencia la falta de empatía ante los dolientes.
Una mamá que esperaba a su hijo con ilusión, confiada porque todos los exámenes salían bien. Lo perdió a los cuatro meses de gestación y con rabia cuenta que en la hospitalización oía como se referían a su embarazo como un producto.
Y si la madre labora en alguna entidad, rápidamente tiene que volver al sitio de trabajo, esto sin importar ni los procedimientos que le hayan hecho ni mucho menos su situación emocional, inclusive, pocas personas hablan de ello.
Un jefe en una empresa reconvino a una mujer que recién había pasado por este dolor diciéndole: "Tiene mucho trabajo atrasado mire a ver cómo es que se va a poner al día".
Algunos allegados le dijeron a otra joven en duelo: "Usted está muy joven, tranquila, puede volver a quedar pronto en embarazo".
En otro caso unos familiares manifestaron: "No se preocupe tanto, va a ver que de ‘eso’ se repone pronto".
La muerte gestacional o neonatal requiere de una atención humanizada, que ayude y acompañe a los dolientes y, en especial, a la madre y al padre, en la expresión de emociones y sentimientos de dolor, frustración, desesperanza, desilusión y miedo. Duelos estos, que pueden tornarse crónicos, cuando no se recibe la atención psicológica oportuna y conveniente.
A propósito de este asunto, en el mes de septiembre fue radicado el Proyecto de Ley 057 de 2020, “por medio de la cual se crea el registro especial de pérdidas gestacionales (REPG). - Ley “Yo también tuve un nombre”.
Esta ley busca dignificar la memoria de los niños muertos en el vientre de la madre o poco después de nacido, para que tengan un nombre y un apellido a través del cual pueda ser nombrado, recordado y se honre su memoria. Esto permitiría visibilizar el duelo de los padres, además de sensibilizar tanto a los profesionales de la salud, como al resto de la sociedad.
* Psicóloga - Docente Universidad de Manizales.
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