Fanny Bernal Orozco* fannybernalorozco@hotmail.com
La muerte siempre es dolorosa para los seres queridos y para los amigos e impacta a una comunidad cuando se conoce la manera como le quitan la vida a alguien, más aún cuando es un acto de sevicia y de crueldad. A los dolientes les cuesta asimilar la noticia, entender lo sucedido y aceptar que otro ser humano haya cometido un acto de esta naturaleza y las preguntas sobre los sucesos, se quedan la mayoría de las veces, sin respuestas.
A pesar del alto índice de criminalidad y de que los asesinatos y los duelos cubren de norte a sur y de oriente a occidente la geografía de nuestro país, nadie sabe cómo enfrentar una muerte repentina, no se piensa que así sea el final de la vida de un ser querido y que, en un instante, el mundo familiar y el entorno cercano, se transformen abruptamente en dolor y sufrimiento.
En tales circunstancias, los dolientes no tienen tiempo para asimilar los cambios que van a experimentar los días y meses siguientes, tanto que, en ocasiones, los mecanismos de defensa que surgen no siempre son los más apropiados para hacerle frente a esta dramática y traumática experiencia.
Tantas preguntas sin respuestas, tantas emociones que emergen tratando de buscar una salida y un desahogo. Los dolientes sienten rabia, miedo, dolor, angustia, impotencia, sensación de irrealidad, desesperanza, insomnio, conmoción, embotamiento, estrés, ansiedad, entre otros, además de los pensamientos que los llevan a tratar de situarse en el momento de la muerte del ser querido.
Lo anterior significa que un duelo por asesinato es complejo y tiene una serie de consecuencias emocionales en la familia y en los amigos. No es fácil comprender un suceso como este, donde el horror, la consternación, la desolación, la impotencia, unidos al clamor y la necesidad de justicia, ocupan pensamientos, imágenes mentales y se dejan escuchar a través de sus palabras.
La muerte por asesinato es disruptiva, inesperada, puede dejar asuntos pendientes, palabras sin decir, abrazos sin dar y citas sin cumplir; además de proyectos empezados y una cantidad de recuerdos que se agolpan de manera arrolladora en la memoria emocional de los seres cercanos.
Y lo más difícil de todo es saber que hay tantas personas en duelos sin sanar, sin poder reparar. Madres, padres, hijos, hermanos, abuelos, parejas, amigos, a quienes asesinos -con poder o sin él- con rabia o con placer, arrebatan el presente, el futuro y los sueños de seres humanos indefensos.
Es triste darse cuenta de que el deseo de paz de muchos colombianos, se ve obstaculizado por la falta de empatía, respeto, compasión y voluntad de reconciliación.
Estas palabras van dedicadas para todos aquellos que están en duelo, como consecuencia de la violencia e inconsciencia que se vive en nuestro país.
* Psicóloga - Profesora titular de la Universidad de Manizales.
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