Pelé. El “dios” del juego preciosista con goles y triunfos memorables, el mejor de la historia, se hace invisible en los años crepusculares de su vida. Sus hábiles piernas que le dieron gloria, ya no responden. Aquel lustrabotas que tocó las cimas reservadas para pocos, el triple campeón mundial que peregrinó por el mundo exhibiendo su clase, brillante goleador histórico, se desvanece en sus silencios, los del ocaso. Fue el mejor. Vive en Sao Paulo, alejado del ruido ensordecedor de los estadios, en las nostálgicas páginas finales de su vida.
Sin prudencia. Abiertas aún las heridas de la eliminación, Jesurún deja entrever la continuidad de Arturo Reyes, como entrenador, después del fracaso Preolímpico, argumentando que hizo un gran trabajo, el que pocos vieron por proceso y resultados. Lo preparan para suceder a Queiroz, si el proyecto mayor se debilita. Es barato y manipulable. Si desea retenerlo, preferibles los anuncios cuando las aguas se calmen.
Juegos vibrantes. No son muchos en Colombia. Nacional y Cali, de las pocas excepciones. Tantos de los demás sin espacio en la memoria. Quedan para el olvido, porque se manchan por la perdida deliberada de tiempo. El balón rueda con artistas sobresalientes, en algunos casos, pero no siempre hay seriedad al competir. Muchos médicos y kinesiólogos en las canchas, teatrales gestos, lesiones falsas, aguas milagrosas, para hacerle trampa al reglamento, frente a “pitos” sin autoridad. Poco tiempo efectivo… Las mañas por encima del juego.
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