Esteban Jaramillo
@estejaramillo
Otros fueron los años felices.
En escombros mi fábrica de ilusiones. Un motivo importante de mi vida, el Once Caldas, se ha derrumbado, en espeso ambiente, con la peor versión de muchos años.
No entro en comparaciones con los equipos campeones del pasado, ni los que nos dieron felicidad por su brillo.
Lo hago con clubes modestos de la ciudad armados en otros tiempos, por dirigentes con conciencia empresarial y pasional, en medio de angustias financieras, sin flujo de dinero.
Cuánto nos ha cambiado la vida futbolera, para este presente fúnebre, en el que los partidos se enfrentan con las prisas nerviosas del resultado esquivo.
Porque la pelota no es amiga, se golpea de punta y para arriba. Porque el lema es luchar sin atrevimiento y las justificaciones proliferan con cháchara manipuladora.
Insostenible es la ansiedad semanal, esperando con escepticismo cada partido, porque se perdió el hábito de ganar, y en la cancha, muchas veces, la alineación es una caricatura que toma distancia de los hinchas fieles.
Con un repertorio miserable en argumentos, como gran circo, para reír o llorar, por los futbolistas que llegaron este año, en feria de rebajas, sin respeto al balón como soporte del espectáculo.
Por eso rechazo a los dirigentes vanidosos, auto complacientes, negados a la autocrítica y valoro aquellos ya idos, que, aunque equivocados tantas veces, rastreaban soluciones para alejar las crisis.
Estoy enfermo de melancolía porque me atenazan los recuerdos y me destrozan los resultados.
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