Esteban Jaramillo
@estejaramillo
No desfallecen los directivos colombianos en su empeño por regresar el fútbol. Lo hacen comprometidos por el acoso a sus finanzas, desestabilizadas por la pandemia. Las cuentas no cuadran.
Es algo comprensible, además, por el impacto anímico en futbolistas y aficionados. Los primeros entrenando solos, con extremas restricciones, en incierta espera, desnaturalizado el juego y cobrando solo la mitad de sus salarios.
Los hinchas, alejados de la emoción de los estadios por tiempo indeterminado, esperando la reactivación de la pelota como terapia de choque, en la adversidad y el pesimismo.
La curva epidemiológica, aterra, desestabiliza y acelera un proceso fúnebre, actividad esta que, como el fútbol, también es negocio. La muerte en tantos casos es rentable.
Estamos en un callejón sin salida, en el que todo se prohíbe, con cuarentenas rigurosas, carcelarias, que el mundo patas arriba infringe, sin importar las consecuencias; con órdenes estrictas y desobediencias colectivas.
Las predicciones para el retorno son pesimistas porque la situación actual de la pandemia maximiza los riesgos. Prudente y expectante está el gobierno y silenciosa, en sosiego temporal, la dirigencia.
El fútbol busca gambetear la temida enfermedad. Lo hace con atrevimiento, asumiendo el peligro. No tiene otra alternativa, porque se derrumba, con estrépito, la que fue hasta hace poco una industria muy rentable.
Pánico, suspenso, surrealismo, estamos, con lamentos, en tiempos indeseados... que no son para cobardes, ni para insensibles.
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