Esteban Jaramillo
El objetivo era sumar, por el torneo corto sin márgenes de error.
Dos puntos menos, con frustración.
Fútbol por ráfagas, con sacrificio, sin combinaciones fulminantes, salvo al comienzo del segundo tiempo, con opciones de Carreazo, Londoño, Ovelar, Rodríguez, Rojas y más tarde Sebastián Hernández. De él, a propósito, poco o nada esta vez.
A todas les falto puntería, una gambeta, o les sobró un amague, como aquel de Rodríguez de cara al portero. (¿Por qué no le pegaste?).
A Santa Fe, sin gol, agreste, mañoso, con presión y acoso, el Once no lo supo descifrar. Castellanos, su guardameta se hizo figura porque ahogó el grito de gol.
Ovelar, pívot de lujo, sin enfrentar la red. Rojas sin velocidad, su virtud. El portero lesionado, sin ser exigido, lo que condicionó las alternativas de relevos. (En broma: ¿se lesionó escupiendo?).
Gómez en la pelota quieta, con tantos desaciertos como en el cuidado de su banda y Julio, pegando y pegando, su aporte conocido.
Bodhert, como de costumbre, "metió mano". Estacio, como sustituto, con su gambeta y su velocidad listo para entrar, pero prefirió a Lemus disminuido por su larga ausencia, enredado y sin fútbol.
Con ello clausuró las bandas y desconectó a Ovelar el esperado ariete, un futbolista distinto, inexplotado.
Estreno sin celebración. El equipo evidenció alternativas de juego diferentes a las ya conocidas, pero fueron inconstantes.
La fuerza sobre el talento, el revoleo como solución, o el centro sin criterio, son actitudes de un desesperado y no la vía adecuada para llegar al gol.
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