Esteban Jaramillo
LA PATRIA | Manizales
Cuando la Dimayor aprobó los clásicos, última generación, con Junior frente al Once Caldas en extraño duelo que no tiene ninguna connotación regional o pasional, ningún directivo blanco estaba para rebatir con vehemencia el exabrupto.
El despiste y la inasistencia produjeron las consecuencias que se viven, en beneficio del equipo tiburón y en marcado perjuicio al Once Caldas. Por cuestiones de calendario ambos equipos chocan constantemente, con la preeminencia en los resultados de los barranquilleros por la tiranía del
dinero, el poder de la inversión y la calidad de sus jugadores.
El domingo fue la misma historia. Vacío de fútbol, desorientado, sin sosiego e inofensivo , el blanco fue goleado en Barranquilla. No hubo fluidez ni precisión. Los mediocampistas caminaron por calles oscuras, llenas de obstáculos, sin unir líneas ni ideas. El nerviosismo fue tal, que la identidad en el juego que hizo famoso a Maturana, en defensa de la pelota, sufrió un atentando en rendimiento y resultado.
Junior se exhibió con velocidad y definición, alteró el orden inicial del Once hasta bloquearlo y disminuirlo, he hizo trizas sus zonas de marca en el medio y en la defensa.
Cuadrado fue el protagonista. Genial. Sus manos evitaron un bochorno mayor. En cada jugada tocaba las entrañas de los hinchas en sus sufrimientos.
Cuando el equipo disimulaba sus carencias sin sufrir, Sergio López traicionó los planes iniciales con un incomprensible pase a Teo Gutiérrez, en posición de gol, tan inoportuno como imprudente.
¿Dónde tenía su cabeza? ¿En qué pensaba? ¿Qué o a quien miraba?
El Once hoy es un grupo de voluntades dispersas. Sus traslados de pelota son lentos y predecibles, no hay solidaridad sin el balón y varios son los que prefieren caminar antes que correr. Maturana es un entrenador dispuesto a no bajar la guardia, pero no halla recursos en el campo, lo que hace que sus fórmulas no encuentren soluciones. Su trabajo de la semana se malogra en los partidos por falta de compromiso y madurez de sus jugadores. Ni recuperan, ni pasan, ni juegan, ni atacan. ¡Qué momento!.
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