Esteban Jaramillo

@estejaramillo

Para los resultadistas, el triunfo del Once Caldas brinda sosiego, calma el ambiente y permite maquillar los conflictos. Permite una mirada diferente.

Para los amantes del fútbol, la noche del lunes fue triste. El Once mejoró para sumar tres puntos, pero fue dominado en el trámite por Águilas Doradas, un rival menor, sin bullicio en el mercado de futbolistas.

La fiesta fue efímera, en los goles, pero el desarrollo careció de emociones frente al arco, sin baile, sin gambetas, sin juego, sin estridencias ni lujos.

Recetario que hace tiempo desapareció del estadio.
Las dos celebraciones salieron de la nada como ya es costumbre. No fueron la consecuencia del juego asociado, porque con la iniciativa el Once juega incómodo.

En su gestión, el entrenador muestra ahora su preferencia por jugadores destructivos que meten, corren, marcan con intensidad y vértigo, pero carecen de ideas, sin pausas y aceleraciones. Quiñones es una muestra.

La conexión con el ataque se ve malograda por el bombeo de balones, sin contactos intermedios, fórmula de juego elegida para infravalorar la importancia que tienen los mediocampistas armadores.

"El 10" no clásico, el moderno, que influye en las dos áreas, con o sin la pelota, pero que nutre con talento a los atacantes, no figura en los libretos. Aquel que saboreó siempre, con su paladar exquisito, el hincha manizaleño.
El Once es hoy un equipo nervioso, indefinido, con pocos jugadores comprometidos con el balón. Es la consecuencia de la vida en el vestuario, donde ha faltado timón para gestionar los conflictos que amenazan con tragarse el proceso.

Por su inexperiencia, Corredor, el entrenador, no ha podido dominar el camerino. Poco escucha, porque ve fantasmas a su alrededor y asume que crecen sus enemigos.

También ha tenido vacilaciones en la escogencia de los futbolistas contratados, si es que ha participado en ello. O quizás se ha acomodado frente a los caprichos del presidente.

En el caso de los futbolistas elegidos para el nuevo proceso, por parte de quienes dirigen, válido es afirmar que "Lo peor de la ignorancia es la presunción del conocimiento".