Esteban Jaramillo

@estejaramillo

Terminó la faena anual del Once Caldas, con un nuevo fracaso, a pesar del repunte final con el esfuerzo de los chicos, a quienes técnicos anteriores habían opacado.

La ausencia de goles, resultados y fútbol, que alejó a los aficionados del estadio y creó un espeso ambiente alrededor de dirigentes, jugadores y entrenadores, se suavizó un poco en el cierre, después de feroces rechazos desde la tribuna e indiferencia total en la campaña de los que fueron, por años, hinchas fieles.

La tortura semanal tiene hoy reflejo en rostros y palabras de los hinchas que no ocultan su profundo desencanto y asumen sin temores la desconfianza en un nuevo proceso, que se anuncia con la voluntad de un cambio, con los trillados problemas de presupuesto. Pero algo extraño tiene el fútbol que cierra las heridas con velocidad que asombra. Siempre hay en el camino una ilusión y una esperanza.

Llegó el tiempo de barajar, en la pausa de fin de año, para empezar de nuevo, pero los plazos apremian. Por los agitados calendarios del fútbol internacional, el próximo torneo empezará en enero.

Lo importante es que desde la mesa de decisiones se acentúen los puntos vitales para la reconstrucción desde una filosofía institucional transparente, con ambiciosas estrategias de contratación, sin reincidir en las lamentables equivocaciones que tanto daño han hecho.

Sin dejarse encandilar por jugadores con pasado, sin presente, sin seguir a la letra gustos, preferencias y caprichos de empresarios o amigos del entorno.

Desde esta semana, con el equipo inactivo hasta principios de diciembre, empezará la tarea, entre consensos, de gestionar llegadas y salidas para mejorar el equipo.

Son varios los nombres en la agenda que alimentan las especulaciones. Pero no hay firmas ni contratos convenidos.

Algo extraño hay en el Once Caldas que, a pesar de sus fracasos, nos tiene siguiéndole la huella. Será quizás que la fidelidad con amor eterno no se negocia ni se olvida: viene desde la cuna e ira hasta la muerte.