Al haber visto a los recortadores en la Plaza de Toros de Manizales, me vino a la memoria un espectáculo bastante parecido que se da, en gran número, todos los años en el sur de Francia y que se conoce como La Corrida Camarguesa.
Si bien en el país galo ha existido la tradición de “jugar con toros” desde el siglo XIII, sin estructura de corrida claro está, es en el año de mil setecientos uno cuando se celebra, en la Plaza Gramont, la primera corrida a la española y posteriormente en mil ochocientos cincuenta y tres se institucionaliza la muerte del toro a la vista del público.
La Camarga, cuna de este espectáculo es una comarca de setecientos cincuenta kilómetros cuadrados situada al sur de Arles, entre los dos brazos principales del delta del Ródano y el Mediterráneo. Un vergel dedicado a la viticultura, al cultivo de arroz, a los frutales y la ganadería caballar y vacuna, especialmente de reses bravas. Es, además, un humedal de enorme importancia pues aquí pasa el estío la mayor población de flamencos de toda Europa.
El toro camargués o “Raço di Biòu”, que hoy en día ya se cría en hatos tecnificados dándoles un manejo similar al que se da al toro de casta en las ganaderías bravas, vivía en manadas y su número, cuando se empezó a reconocer su importancia como raza única y como animal útil para los juegos taurinos, era de veinte mil cabezas. Este bovino es algo más pequeño que el toro de lidia, más dócil y con cornamenta veleta, que en las hembras forma una lira y en los machos, una copa. En esa zona geográfica francesa existe una auténtica pasión por el toro y por este tipo de corridas, que se presentan en dos formatos: la lidia, con las distintas suertes para las cuales no se emplea más arma distractora de las embestidas que el cuerpo, pues ni la capa ni la muleta hacen parte del ritual Camargués y la muerte del toro. En la corrida Camarguesa, los recortadores hacen sus mejores esfuerzos, no exentos de arte y gracia, por hacerse con los distintos trofeos que los toros portan en las astas.
La corrida Camarguesa data del año mil cuatrocientos dos y sus orígenes están íntimamente ligados a Arles. Esta actividad se inició como unos “juegos taurinos”, en los que personajes de todo tipo y mozos de labranza se mezclaban para jugar con el toro. El testimonio más antiguo sobre el origen de esta actividad recreativa se remonta, como lo mencioné arriba, a mil cuatrocientos dos en Arles año de la “Corrida” en honor a Luis II, conde de Provenza. Un poco después, hacia finales del siglo XIX, se pasa a una versión diferente donde el hombre solo juega con el toro; se fijan algunos elementos sobre sus cuernos como flores, pañuelos, insignias con los colores de la ganadería, cintas etc. para que los jóvenes principiantes se los quiten durante la “lidia”, pasando frente a ellos y esquivando, con esguinces del cuerpo, sus embestidas. Lo más interesante del asunto es que estos eventos, por hacer parte de las tradiciones francesas, están reglamentados y protegidos por la legislación, lo que indica que en el País Galo aquello de “libertad, igualdad y fraternidad” se respeta. Recibe un abrazo de tu amigo El Fraile.
Añadido: El tema de orden público cada día se complica más en todas las regiones del país, principalmente en las zonas rurales, La zozobra está volviendo a muchos lugares donde hubo un periodo de bendita calma y, como de costumbre parece que la solución que nos dan son vanas promesas porque hechos y resultados más bien pocos.
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