Me parece que vale la pena resaltar la muerte un 4 de agosto de dos hombres que nos pueden dejar mensaje para hoy.
El 4 de agosto de 1785 murió el escritor Danés Hans Christian Andersen quien se hizo famoso por sus cuentos infantiles como “el patito feo”, “la sirenita”, “las nieves” que siguen en vigencia por su belleza narrativa y sus enseñanzas positivas.
El 4 d agosto de 1859 murió San Juan María Vianey en Ars (Francia), llamado el “cura de Ars” por su intachable vida y su ministerio pastoral en un pequeño pueblo pobre y abandonado, hasta convertirlo en aldea hermosa con miles de visitantes.
Ambos conocieron la pobreza, la injusticia, la tristeza, el abandono de niños y destrucción familiar, la relación amo esclavo; Andersen escribió sus cuentos como invitación a recortar distancias, a tener mirada amistosa, a tener compromiso de ayuda al necesitado.
Vianey fundó una casa para niñas abandonadas y abusadas, pobres y solas y les hizo sentir el amor divino; convirtió las cantinas en restaurantes para peregrinos, dejó muy marcado en la mente de todos sus feligreses y visitantes que “ amar y orar” eran una manera concreta y constructiva de realizar un pueblo mejor, una vida en calidad, una forma de ser libres y felices.
Vidas que brillan como faros que con su luz son enseñanza para momentos similares a estos nuestros.
La diferencia está en que hoy no usamos la palabra para indicar caminos sino para insultar, calumniar, expresar odios sin el menor deseo de perdón, mirarnos como enemigos, no como hermanos en búsqueda de un mejor camino; el grito se ha convertido en flecha envenenada lejana al diálogo y reconciliación; no somos capaces de recoger al “palito feo” o diferente para convivir en el camino de la vida, sino que expresamos el odio destructivo hacia quien es o piensa distinto... y todo “sin perdón y olvido” como si nadie tuviese un momento de equivocarse, de “subida de adrenalina” que se da no sólo en los marchantes sino en los vigilantes.
Lejos estamos, por olvidos astutos, de la búsqueda de diálogos fraternos, de aquel “amar y orar” de Vianey, del apoyo a la recuperación de quienes necesitan ayuda y acompañamiento. Estamos a tiempo de amarnos.
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