El 15 de agosto de 1539 el capitán Jorge Robledo envuelto en afanes de poder y conquista llegó a estas tierras por el lado del bello paraje que hoy ocupa nuestra floreciente población de Anserma.
Hizo una parada con el grupo que le acompañaba y vio un terreno apto para iniciar un poblado; al mirar el calendario se percató de que era la celebración de nuestra señora de Agosto, lo que hoy es la fiesta de la Asunción y pidió al padre mercedario que le acompañaba Fray Martín de Robledo que celebrase una Eucaristía, lo cual se hizo con gusto y devoción.
Se tiene así esta Eucaristía como la primera misa celebrada en el hoy territorio caldense; cabe anotar pues que hace hoy 479 años se celebró la primera misa en este paraje geográfico que gran parte de su historia la ha vivido en la iluminación de la Biblia, la celebración de los Sacramentos y la vida comunitaria que con pesar constatamos que ha perdido su fuerza porque las oleadas de odios y el bajo control de las emociones han llenado de violencias casas, poblados, campos y corazones; podemos decir con Jhon Milton que estamos viviendo "el Paraíso perdido".
Es una labor grande volver a la convivencia sin odios, entender el sentido de la fraternidad universal no solo porque somos habitantes de un bello planeta, miembros de la raza humana, responsables de la construcción de un justo mundo, diversos pero no enemigos, distintos pero no ajenos a los demás, hijos de un mismo Padre y creador de todo y de todos.
Por múltiples razones hay que volver a la conciencia fraterna, a los estilos ya en olvido de la hospitalidad, la amabilidad, el saludo y la despedida, la celebración alegre y comunitaria, el aceptarnos diferentes en muchas ocasiones pero no por eso enemigos u objetivos a eliminar, quitar y matar.
Es un abrazo universal de afecto y fraternidad, de aprender a mirarnos como hermanos; creo que el Hijo de María, Nuestra Señora de Agosto, puede sanar nuestros pies y manos para ir hacia todo ser existente y saber abrazar sin afán posesivo, puede aclarar nuestra vista para mirar no tanto los defectos sino las cualidades que toda persona posee.
Pío XII decía que no hay persona por mala que parezca que no tenga un fondo de bondad y de luz, que los jóvenes tienen muchos que los critican pero que no los aman; Juan XXIII dijo alguna vez al ser preguntado por su éxito vital: "siempre miro lo bueno y no lo malo en los que me encuentro ...y constato que la bondad ha hecho serena mi vida".
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