El eco después de la visita del papa Francisco quedó como un programa a realizar: hay que dar el primer paso hacia el encuentro con Dios y los hermanos en actitud de fraternidad y afecto, perdón y vida nueva.
Acontecimientos culturales en nuestra comarca parecen ecos a esta consigna ya que buscan pacificar, serenar, hacer a un lado la violencia explosiva a nivel familiar y grupal; el arte musical ha ofrecido oportunidades para dar este primer paso al ritmo de la belleza musical.
La semana pasada la temporada de conciertos de la orquesta sinfónica de Caldas en el programa la Sinfónica en la Catedral ofreció una obra que de profunda belleza emociona e impulsa a dar ese deseado primer paso hacia el amor, la paz, la fe, el canto a la vida, la novedad vital.
El viernes quince de septiembre a las siete de la noche ofreció la Misa de la Paz, una composición del compositor galés Kark Jenkis que tiene matices de inmenso valor como es la mezcla soberana de la actitud de fe del cristianismo, el judaismo, el islamismo en el ambiente de la esperanza y la unidad.
Comienza con el hombre armado como presencia de poder, reproduce el dolor y sangre de la confrontación bélica que enarbola el desastre humano en Hiroshima y Kosovo: el inicio de la obra musical es cautivante con la marcha de guerra en taconeo rítmico y acompañamiento de tambor y pícolo que introduce al seguimiento de la obra.
Estar en la presentación de esta joya musical es como participar en una navegación de fantasía, de emociones sucedidas entre reflexión y pasión por el mensaje de paz y esperanza que transmite.
Son doscientos artistas en su mayoría jóvenes bajo la genial dirección del maestro Gorka Sierra y que reúne intérpretes de la orquesta sinfónica de Caldas, coro del departamento de música de la Universidad de Caldas y del coro sinfónico de la Universidad Tecnológica de Pereira con solistas de alta calidad.
Comienza con “el hombre armado” que con los mensajes del Señor ten piedad, el santo, el cordero de Dios y los sonidos que estremecen del estallido de la guerra culmina reconociendo que “la paz es mejor que la guerra” y siempre “Dios enjugará todas las lágrimas” y habrá hombres nuevos y tierra nueva.
La ciudad vivió en otros sitios de barrios comunitarios conciertos de música popular con la naciente “escopetarra” que invitan a la paz.
Gratitud a los organizadores, gozo para los asistentes que salen con transfusión de sangre amorosa y pacífica; buen primer paso cultural.
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