Es lo más seguro que de un nido de cantoras aves, aunque por el momento no se vean más que frágiles y pequeños huevos, un día surgirá un concierto de suave sinfonía musical que desde el pequeño vientre de los pequeños pájaros ofrecerá una celestial gama musical de belleza profunda.
Me parece que esto se hace realidad en la historia de la fe, de la cultura, de los pueblos; el 24 de noviembre de 1934 la dirección departamental de educación pública de Caldas hizo conocer el apoyo a las clases de aprendizaje de tiple en las aulas escolares que se extendía en las aulas escolares.
Lo impactante de estas sencillas clases se empezó a ver y sentir cuando en los hogares, casi siempre en las horas de la noche, después de la cena familiar y el rezo del Rosario, se escuchaba el cantar de hermosas melodías casi todas colombianas que exaltaban el campo, el pueblo, el trabajo, la unión, la alegría, la siembra, el fruto, el rio y la montaña, la casa y el camino.
Desde ese apoyo inicial a las clases de tiple, surgió el cultural ambiente que compactó el civismo, alegró el corazón, hizo hermoso el ambiente; lo podríamos llamar el impacto de un nido social.
Nos debe alegrar saber que aún hoy ese ambiente cultural musical continúa vivo adelantado por personas y entidades que buscan la maduración de la niñez y la juventud en su formación integral.
El sábado 20 de noviembre se realizó la primera muestra de bandas de música que agrupó el resultado de esfuerzos de titanes de la cultura y personas que desde estas bandas forjan el talante musical y artístico, y tiene una progresista utilización del tiempo libre y la liberación de ocios destructores.
En estos días se adelantó el encuentro de escuelas de cuerdas pulsadas y anoche, 23 de noviembre, se realizó la clausura del evento. De un nido lejano sigue brotando el regalo de melodías, música, arte y gozo en la expresión de nuestra cultura.
Caldas debe seguir este trayecto de arte y cultura en alto vuelo, elegancia y creatividad. Es inmenso el beneficio no sólo artístico sino humano que brindan los organizadores de todos estos certámenes musicales, muchos ya de nivel nacional.
De los cafetales, las universidades, los colegios, los barrios, las poblaciones deben seguir esta fuerza de no dejar morir la cultura y la música colombiana.
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