Llegó diciembre, mes de alegría, dice la antigua canción de son sencillo; podemos confirmarlo con dos hechos para resaltar hoy.
El primero de diciembre de 1985 se realizó el primer transplante de corazón en Colombia; un grupo de prestigiosos cardiólogos logró esa hazaña médica que impulsó una nueva etapa a aquel afortunado paciente.
Me hace acordar de aquella cancioncilla que narrando el cuento de Pinocho el muñeco de madera aventurero y juguetón, correteando y gozando de sus pasos termina anotando que quería tener “un corazón de fantasía” como el de los humanos; quería un “transplante de corazón”: buen deseo.
También un primero de diciembre, el de 1916, nos habla de un transplante, pero muy singular. Ese día murió un humilde pero gigante maestro de vida cristiana asesinado por uno de sus guardianes, muchacho al cual había favorecido y ayudado, pero que instigado por enemigos de raza procedió al doloroso desenlace.
Carlos de Foucauld, quien será canonizado en mayo del 2022, fue un inteligente y ágil varón; perteneció a la legión de honor francesa y fue enviado a una misión al África; allí no tuvo un buen comportamiento y fue sancionado, paso que le hizo reflexionar sobre la orientación de su vida.
Años más tarde, convertido en monje después de pasos de maduración en la fe, quiso regresar al África para dar allí testimonio de Jesús, en el territorio donde había dado mal ejemplo de vida recta.
En su hábito blanco empezó a lucir un corazón rojo: era el signo de la nueva vida que había escogido; era el signo de que su corazón alocado de la juventud lo habla entregado al corazón-amor de Jesús de Nazaret había logrado un transplante de verdad.
Este diciembre nos introduce al período llamado de Adviento que quiere decir llegada de alguien importante como lo indica la palabra latina adventus; la llegada había que prepararla poniendo orden, limpieza y vías sólidas para que quien llegase encontrara todo bien.
Cerca a la Navidad, Adviento nos llama a hacernos un buen transplante de corazón, palpitante de amor a Dios, al prójimo, a la vida.
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