Era una fuerte mañana invernal en los Estados Unidos, los alumnos habían llegado arropados y con frío a su colegio, pero surgió entre los profesores la pregunta ¿qué hacer en la jornada de descanso?, porque el espacio abierto estaba inundado de nieve y el frío impedía el despliegue de la energía de la juventud estudiantil.
El dr. James Naismith estaba craneando una manera de no suspender la recreación a los alumnos del colegio; los invitó a practicar un nuevo deporte que en su mente había surgido; los alumnos pasaron entusiasmados ese frío día bajo techo, era el 8 de diciembre de 1891, esa jornada dio al mundo el surgimiento del basquetbol como práctica deportiva.
Fue tanto su auge que en 1924 ya era un deporte mundial y fue reconocido como deporte olímpico; se tiene conocimiento de que a Colombia llegó gracias a los Hermanos Lasallistas que realizaron el primer partido de básquet en el país en su colegio Liceo La Salle de Pamplona; pronto este deporte se extendió a toda la nación.
Fue así como un 8 de diciembre podemos decir que La Inmaculada regaló un bello deporte para la buena salud de todos, desde la infancia hasta la vejez, pues siempre está al alcance de todos y proporciona a la mente y al cuerpo una oportunidad de expresarse lúdicamente.
Este 8 de diciembre está marcado por la festividad de La Inmaculada Concepción; el gran escritor español José Luis Martín Descalzo cuenta que un día mientras tomada el desayuno en la cafetería de la universidad donde estudiaba en Roma, observó en una mesa contigua a una linda japonesita que lloraba silenciosamente.
Él, haciendo gala de su joven sacerdocio, se le acercó y le preguntó qué le acontecía y si podía ayudarle; ella le contestó: Mire, ayer en la noche escuché por primera vez en un grupo de reflexión al cual asisto, el Ave María y desde ese momento no he parado de llorar de una fina emoción.
En efecto, nunca nadie me había dicho que el Dios cristiano amara tanto a la mujer, hasta elegida como madre de Jesús de Nazareth, con toda la significación que ello tiene para el recorrido de la historia en el mundo; cómo no estar entusiasmada al saber que como mujer y como ser humano, mi único fin no es solo nacer, trabajar, gastar, procrear y morir, sino que tengo un llamado sublime con una bendición de Dios para mi vida.
Por ello, el alumbrado del 7 y 8 de diciembre explica el porqué de la emoción de esta japonesita; honramos a la escogida como llena de gracia, límpida de nacimiento a muerte, y sobre todo la elegida para ser la Madre de Jesús de Nazareth.
Nos acompañe como telón de fondo la música del Ave María de composiciones musicales tan profundas y líricas como la del gran Schubert.
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