Estamos en una época de inseguridades sembradas por campañas pesimistas que no ven nada en nadie, que sólo ven las fallas, las catástrofes, que desdicen de toda la historia, que se cierran a toda salida iluminada.
Existen los que ya el papa Juan XXIII registró dentro y fuera de la Iglesia en la época década del sesenta: los profetas de la desesperanza, los especialistas del despecho, la protesta, de anunciar desastres, desconfianza del pasado, el presente y el futuro.
Ha surgido lo incierto como como estilo de vida, la desconfianza que trae parálisis; llegamos a un fin de año que para muchos es uno más de engaños, mentiras, hundimiento; esta mentalidad nos ha paralizado.
Al terminar un año más me parece que es urgente no seguir paralizados, que es iluminador vivir el estilo de la Navidad que brota del Evangelio; es iluminador el pasaje de los pastores que en la noche luchan contra el frío y las posibles fieras que pueden atacar sus ovejas y de repente escuchan un mensaje alentador: “un niño les ha nacido que traerá salvación, vayan y vean al pequeño recostado en un pesebre y cubierto con pañales”.
Ellos se abren al futuro y al optimismo: el paralizante frío es sacudido con brío y determinación: “vamos a Belén a ver lo que ha sucedido”; su vida les cambió el ánimo y supieron ver la novedad desde los ojos de la esperanza y la apertura a la certidumbre.
Creo que es urgente encontrar voces y vidas llenas de esperanza, que es bueno tener más propuestas y menos protestas, que queremos menos insultos a Dios, a la historia, a los seres humanos, a la vida, al presente.
Necesitamos compañeros en la marcha de la esperanza, en la edificación de un mundo mejor que para algunos es “la civilización del amor” que navega en la vivencia de la justicia, la fraternidad, el diálogo no el alegato, el acercamiento que supera el enfrentamiento.
No podemos terminar el año en anorexia espiritual y moral, muriendo como si estuviéramos en tierra arenosa que nos traga sin cesar y no permite avanzar; la luz de Navidad nos debe abrir el corazón hacia la certidumbre básica de la existencia de soluciones al problema de la vida.
Debemos escuchar las palabras que nos alientan a levantarnos, caminar, atravesar la oscuridad, dirigirnos como pastores en tránsito hacia una tierra firme; Podemos desearnos un feliz y mejor año nuevo.
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