Estamos en suspenso: cuándo terminará y cómo esta historia mundial del coronavirus, inmensa pequeñez que a diario sorprende y golpea todo lo que se conoce y se había proyectado sobre el poder del mundo y su progreso.
Me hace recordar las películas del llamado maestro del suspenso, el señor Alfred Hitchcock fallecido en Los Ángeles el 29 de abril de 1980, nacido en Londres en 1899; desde niño su tendencia era a ser callado, pero de inmensa inteligencia.
Observador, inteligente y creativo ya en 1922 estaba catalogado como el genio director de películas de suspenso que de principio a fin captaba la atención del espectador para terminar cada filme con una sorpresa en la trama vivida.
Con su dirección y firma llagó hasta sesenta películas, todas con aceptación universal. Preparaba bien cada contenido, escogía con acierto los protagonistas, usaba el claroscuro como parte ambiental; sus películas no se olvidan fácilmente y animan el ánimo detectivesco en cada uno.
Entre sus películas vale recordar “Sicosis” (obra maestra del suspenso) y “Rebeca” con la cual ganó el Oscar de la Academia en 1940; la corona británica le dio la orden de “Caballero del imperio británico”.
Cerca a su muerte rompe todo suspenso y según sus amigos a este hombre recio y sereno se le vio llorar con emoción el día en el cual después de algunos años regresó a la práctica de su fe.
Tras confesarse, recibir los sacramentos de la unción de enfermos y la Eucaristía como viático de fortaleza expresó emocionado: “Estoy feliz de ponerme en manos de Dios, de volver a la práctica eclesial, de quedar sellado como propiedad del Señor”; llegó a la Gloria y al Gozo luminoso.
Ojalá el covid-19 termine abriendo el telón hacia una vida mayor de fe, esperanza y amor, y este suspenso tenga firma de alegría universal.