Si el columnista se refiere a “acuerdos mínimos”, ¿por qué no emplear la preposición ‘entre’ –lógica en esa construcción– en lugar de la empachadora locución?
¿A cuántos lectores, televidentes y radioescuchas los desasosiega el empleo gramaticalmente incorrecto de lo que leen y oyen? ¡Ni idea! Más de uno, sí, con seguridad, pues lo confirman las misivas que de cuando en cuando llegan a mi buzón, como ésta del señor Juan Ahumada: “Los periodistas y conferencistas han dado en reemplazar las preposiciones ‘por’, ‘de’ y otras por la preposición ‘a’. Así, por ejemplo, dicen “asuntos a resolver”, cuando creo que deben decir “asuntos que resolver” o “asuntos para resolver” (‘por resolver’, le añado); “de acuerdo a los datos estadísticos”, cuando creo que deben decir “de acuerdo con los datos estadísticos”, y “con base a”, cuando deben decir “con base en...” (8/2/2021). Acierta el corresponsal. Como éstos, son muchos los errores gramaticales que se leen y oyen con frecuencia, verbigracia, el uso de la inútil locución ‘por parte de’, de la que echa mano todo el mundo, aquí y en Cafarnaúm, sin mencionar a los insufribles comentaristas deportivos. De muestra, sólo este botón: “…sucede así cuando no hay acuerdos mínimos por parte de las figuras parentales respecto a la custodia y el cuidado personal de sus hijos” (LA PATRIA, Sebastián Galvis Arcila, 13/2/2021). Si el columnista se refiere a “acuerdos mínimos”, ¿por qué no emplear la preposición ‘entre’ –lógica en esa construcción– en lugar de la empachadora locución?
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En apuntaciones anteriores, hablando de la concordancia en género y número del sustantivo femenino ‘persona’, supuse que no había quien dudara de la castiza en género femenino. Basado en esto, el columnista de Eje 21 Mario de la Calle Lombana me escribió: “Para responder la pregunta final de su columna aparecida hoy en Eje 21 en relación con la concordancia del femenino “persona/as”, (“¿quién duda?”), quiero decirle que ese error está haciendo carrera masivamente en estos meses, posiblemente aupado por la publicidad que hacen a esa forma de hablar, tanto el presidente de la república como su ministro de Salud, a quienes parece que nadie les enseñó que “persona” es palabra femenina, y en todas las emisiones del programa de televisión que mantienen en horario privilegiado arrebatado a todos nuestros canales de televisión, se empeñan en contarnos cuántas personas fueron contagiados, cuántas recuperados y cuántas resultaron fallecidos. Los siguen en su enseñanza los locutores de noticias sobre la violencia cuando nos cuentan el número de personas asesinados, o enterrados, o cuántas fueron detenidos por la autoridad. Páreles la oreja y se dará cuenta” (19/1/2021). ¡Increíble!
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Y sigo con la cantaleta. Ya, hasta el editorialista de El Tiempo se contagió del farragoso, nocivo, inútil y traicionero ‘lenguaje incluyente’. Así escribió: “…la capacidad de adaptarse a las nuevas realidades ha aflorado, gracias, de nuevo, al coraje de tantos comunicadores y comunicadoras” (14/2/2021). Dos preguntas: ¿Por qué no escribió ‘de tantos comunicadores y tantas comunicadoras’? Y ¿por qué no siguió escribiendo como hasta hace muy poco tiempo lo hacía y lo hicieron sus predecesores desde hace cien años, castizamente, como se escribe en castellano? Dos días después, el 16, garrapateó: “Al conocerse la decisión del gobierno de acoger a más de 1’700.000 venezolanos y venezolanas…”. En los dos ejemplos, los nombres ‘comunicadores’ y ‘venezolanos’ son de género no marcado, es decir, que abarcan a los dos, al masculino y al femenino. Le propongo este ejemplo: ‘Diosdado Cabello, Delcy Rodríguez, Nicolás Maduro y su esposa Cilia son venezolanos’. Usted, señor, no tiene que decir ‘son venezolanos ellos, y ellas, venezolanas. Sería una pendejada, ¿cierto? El lenguaje, mientras más sencillo, más castizo y más hermoso.
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Otro de esos errores comunes se encuentra en esta oración: “Después, me di cuenta de que mi ignorancia se trataba más bien de una elemental lucidez” (El Tiempo, Margarita Rosa de Francisco, Dilema ético, 11/2/2021). Castizamente, así: “Después me di cuenta de que mi ignorancia consistía más bien…”, porque la locución verbal ‘tratarse de’ es impersonal, a saber, no admite sujeto.
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