El diccionario es un auxiliar que debe tener todo aquel que se dedica al difícil arte de escribir, esto es, por descontado, si quiere escribir bien, con los vocablos que expresen rigurosamente las ideas que pretende comunicar. Por no tenerlo, o no consultarlo, el periodista Hernán Peláez Muñoz echó mano del verbo inapropiado en la siguiente frase: “Mientras Queiroz se devanea los sesos sobre cuál alineación poner…” (El Espectador, 15/11/2020). No es lo mismo, señor, ‘devanear’ que ‘devanar’, éste, el que usted debió emplear, pues significa “ir dando vueltas sucesivas a un hilo, alambre, cuerda, etc., alrededor de un eje, carreta, etc.”. De aquí, figuradamente, la expresión ‘devanarse los sesos’, que quiere decir, ‘darle vueltas a un asunto, cavilar sobre él, estudiarlo detenidamente’. ‘Devanear’, en cambio, significa “decir o hacer desconciertos o devaneos” (‘delirios, desatinos’). Aunque muy parecidos, para efectos de su conjugación los dos tienen una raíz diferente, a saber, de ‘devanear’. ‘devane-’; de ‘devanar’, ‘devan-’, raíces a las que se les agregan todas las terminaciones, según el tiempo y el modo verbales: ‘devaneo, devaneaba, devaneé, devanearé, devanearía…’; ‘devano, devanaba, devané, devanaré, devanaría…’. Etcétera.
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¡Cuánta falta le hizo el diccionario, o su consulta, al columnista Augusto Morales! Si lo hubiese ojeado, habría aprendido qué es un ‘apotegma’, y no habría escrito lo siguiente: “Nuestro país, como república unitaria, se caracteriza por una doble perspectiva en su organización, consignada bajo el apotegma de “Centralización política”… (LA PATRIA, 18/11/2020). ‘Centralización política’ es cualquier cosa –una locución, un calificativo, una expresión, un titular–, menos un ‘apotegma’. Éste es un “dicho breve y sentencioso, dicho feliz, generalmente el que tiene celebridad por haberlo proferido o escrito un hombre ilustre o por cualquier otro concepto” (El Diccionario), por ejemplo, “sólo sé que nada sé”, atribuido a Sócrates, maestro de Platón, y éste, de Aristóteles. ¡Ah, los diccionarios!
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El ‘cuentagotas’ es un instrumento, generalmente de vidrio, que sirve, sí, señor, para ‘contar gotas’, porque se usa “para verter un líquido gota a gota”. Como se trata de un ‘instrumento’, cuando entra en la formación del complemento circunstancial, debe ser introducido por la preposición ‘con’, no ‘a’, error muy frecuente, no por ello tolerable. Así lo empleó el columnista de Papel Salmón Fernando-Alonso Ramírez en esta frase: “A cuentagotas también nos van apareciendo historias macabras…” (LA PATRIA, Papel Salmón, 14/11/2020). “Con cuentagotas…”, expresión consagrada, que quiere decir ‘dar o presentar algo con mezquindad, poco a poco, muy lentamente’. Este error es común, como el de decir ‘una verdad de a puño’ en vez de ‘una verdad como un puño’. lo correcto.
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Cita latina: “En el escudo de la Universidad Nacional, el lema que la identifica reza: Inter aulas academiae quare verum” (“En las aulas de la academia buscad la verdad”) (El Tiempo, Fernando Sánchez Torres, 20/11/2020). Cita así intraducible, porque ‘quare’ no es un verbo, sino un adverbio interrogativo, que significa ¿por qué?, ¿cómo?, ¿por qué medio? El verbo del lema de la Universidad Nacional es ‘quære’, imperativo de segunda persona del singular de ‘quærere’ (‘buscar, indagar’): “quære verum” (‘busca la verdad’); su plural es ‘quærite’ (‘buscad’). Las dos palabras –‘quare’ y quærere’– están en esta frase de Cicerón: “Quare victus sis, quærere” (‘Indagar por qué resultaste vencido’). Como en muchos idiomas, en latín una sola letra puede cambiar por completo el significado de una palabra.
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El verbo ‘convalecer’ rige la preposición ‘de’, norma gramatical desatendida en la siguiente información: “San Andrés convalece a los estragos que causó el huracán en su avance hacia Centroamérica…” (LA PATRIA, Primer plano, 21/11/2020). “…convalece de los estragos…”, castizamente, porque este complemento señala la ‘procedencia’ de esa recuperación. Y, aunque no está de todo en todo descarrilado el uso del verbo ‘convalecer’ –que se refiere esencialmente a las enfermedades– en ese contexto, habría sido más apropiado el verbo ‘recuperarse’, que también rige la preposición ‘de’.
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