El verbo ‘abandonar’ significa dejar a alguien o algo sin el cuidado o la atención que por cualquier circunstancia se le debe. Con su naturaleza de pronominal, quiere decir o, simplemente, ‘entregarse, doblegarse’, o ‘rendirse a algo o a alguien’. Las mismas ideas, por descontado, expresa su sustantivo ‘abandono’, cuyos complementos deben ser introducidos por las preposiciones ‘de’ y ‘a’. Con la primera, expresa lo que el verbo transitivo; con la segunda, lo que el pronominal. Y así, decimos que fulano ‘abandonó su carrera’, y la historia registrará ‘el abandono de su carrera’. Narraremos también que perencejo ‘se abandonó a su destino’, y la historia hablará del ‘abandono a su destino’. El presbítero Rubén Darío García Ramírez no tuvo en cuenta estas nociones gramaticales en la siguiente oración: “En este momento de nuestra historia nacional, caracterizado por (…) el abandono a Dios…” (LA PATRIA, 20/8/2017). Para expresar lo que intentó debió echar mano de la preposición ‘de’ (‘el abandono de Dios’), porque, lógicamente, con la preposición ‘a’ manifestó lo contrario, a saber, ‘la entrega a Dios’. Sin duda.
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Las ‘comillas’, como los signos de admiración e interrogación, abren y cierran la palabra, frase u oración correspondientes. Para hablar de su posición en la escritura se emplea la preposición ‘entre’ o la locución preposicional ‘en medio de’, no la preposición ‘en’, pues ésta indica en qué lugar, tiempo o modo se realiza la acción. El columnista jesuita Francisco de Roux escribió: “Van en comillas palabras suyas de este texto” (El Tiempo, 17/8/2017). “Van entre comillas…”, pues éstas “denotan la situación o estado en medio de dos cosas o acciones”. De aquí, el verbo ‘entrecomillar’ (“poner entre comillas una o varias palabras”) y su sustantivo ‘entrecomillado’ (“acción y efecto de entrecomillar; palabra o palabras citadas entre comillas”), que puede ser también su participio pasivo, verbigracia, las citas textuales deben escribirse ‘entrecomilladas’. Nota: Después del signo ortográfico ‘dos puntos’, las citas textuales deben ir entre comillas y empezar siempre con mayúscula inicial, norma que actualmente violan sin compasión.
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En la siguiente información, el editorialista de LA PATRIA expresó la idea contraria de la pretendida: “En su informe anual, Manizales Cómo Vamos dejó claro que, infortunadamente, la pobreza e indigencia tuvieron leves aumentos…” (20/8/2017). Para hablar de ‘aumento’ tiene que ser de algo positivo, por ejemplo, del ‘aumento del empleo’, pero no de algo negativo, como ‘la pobreza e indigencia’, que piden el sustantivo opuesto, ‘disminución’. Obvio.
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Según la Academia de la Lengua, son unos sesenta y cinco los verbos de nuestro idioma que tienen dos participios, el regular y el irregular, por ejemplo, ‘romper’, cuyo participio regular es ‘rompido’, y ‘roto’, el irregular. En la lista aparece también ‘corromper’, cuyos participios, el regular y el irregular, son ‘corrompido’ y ‘corrupto’, respectivamente. El agolpamiento de personajillos corrompidos en nuestro territorio, a los que siempre llaman ‘corruptos’, ha hecho que los redactores echen al canasto de la basura el participio regular ‘corrompido-a’, al referirse incluso a cosas materiales y abstractas. Las muestras de este fenómeno son miles y miles y miles. Dos, nada más: “La revolución contra las élites corruptas…”, “…la bandera de la lucha contra un sistema corrupto” (El Tiempo, Gabriel Silva Luján, 21/8/2017). ¿No le parece a usted que las expresiones ‘élites corrompidas’ y ‘sistema corrompido’ tienen más fuerza expresiva? Lea no más: “…que el acto tiene dos protagonistas, el funcionario corrompido y el individuo que corrompe” (LA PATRIA, Jaime Enrique Sanz A., 29/8/2017). No pretendo decir que ese empleo sea incorrecto, no, porque, precisamente, los participios irregulares se usan únicamente como adjetivos -con algunas excepciones-, no como elemento de los verbos compuestos, verbigracia, no se dice ‘Pedro fue electo comisario’, sino ‘fue elegido’, pero sí se puede decir ‘el comisario electo’. Nota: El Diccionario, hasta su vigésima edición (1984), definía ‘corrupto-a’ así: “Participio pasivo irregular de corromper. // 2. Adjetivo anticuado. Dañado, perverso, torcido”. En las siguientes ediciones, de esta manera: “Adj. Que se deja o se ha dejado sobornar, pervertir o viciar. Úsase también como sustantivo”. Y así, cuando decimos ‘los corruptos’ -de ellos, una miríada- estamos usando este término como sustantivo.
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