Jacques Chirac (1932-2019) terminó convertido en el político más querido por sus compatriotas luego de una larga carrera política, nutrida de derrotas, traiciones, escándalos y victorias, largas travesías del desierto y triunfos improbables, que lo llevó desde los más modestos cargos municipales y regionales, a ser ministro, Primer ministro, alcalde de París y presidente de la República por dos periodos, el segundo de los cuales elegido con más del 80% de los votos frente al candidato ultraderechista Jean Marie Le Pen.
Con él muere un modelo de político de otra época, de esos que se forjan con el tiempo y terminan encarnando a su nación como un padre de la patria. Partidario y discípulo del histórico general de Gaulle, lanzado a la política por el también gaullista Georges Pompidou, se puede decir que perteneció a una derecha moderada, humanista y social, que tenía límites y convicciones muy precisas que no eran negociables.
Eso lo llevó por ejemplo a decir no a Estados Unidos cuando bajo el mandato de George Bush hijo emprendió la guerra de Irak, cuyas nefastas consecuencias aun se viven en el mundo entero. Como de Gaulle, Chirac supo siempre conservar con firmeza la independencia y convicciones del país frente a las derivas y abusos del imperio.
También supo mantenerse firme contra cualquier tentación de pactar o aliarse con la extrema derecha racista y xenófoba del Frente Nacional, aunque este movimiento contara con muchos y apetecibles votos. Sus convicciones republicanas eran muy claras, porque bajo el ala protectora de la República deben vivir todos los ciudadanos sin importar sus orígenes, color, ideas o convicciones religiosas. Apartarse de esos preceptos siempre llevó a muchos países a la guerra y al genocidio, que son el saldo mortal de las conflagraciones raciales o religiosas animadas por políticos demagogos, psicópatas e irresponsables como Adolfo Hitler y tantos otros.
En materia social defendió el laicismo y la tolerancia, el derecho al aborto y mantuvo vigente como presidente el estado de bienestar social que otorga subsidios a los más pobres y a los discapacitados y garantiza la educación gratuita para todos los ciudadanos desde la escuela primaria hasta la universidad. En ese sentido los gaullistas fueron políticos de derecha moderada, social y humanista que trataban de contener las derivas de otros sectores más radicales y extremistas.
Nieto de maestros radicales de provincia, Chirac realizó los estudios tradicionales en los mejores colegios y en la escuela de Ciencias Políticas y la Escuela Nacional de Administración y de joven llegó a estar cerca a movimientos de izquierda e incluso a vender en la calle el diario comunista L'Humanité, antes de empezar a trabajar como tecnócrata en los gobiernos de Charles de Gaulle y Georges Pompidou.
En 1974 se convirtió en Primer ministro del presidente liberal y atlantista Valery Giscard d'Estaing, cargo al que renunció después para emprender la conquista de la alcaldía de París, donde permaneció casi dos décadas. En la capital solidificó su figura popular, la de un político empático, cercano al pueblo. Fumador, bebedor de cerveza Corona, amante de la buena carne, los platos campesinos y la charcutería, el vino, el gin tonic y los cócteles de ron antillés, siempre se le veía risueño y en la calle o en el campo, ante la gente, expresaba un afecto natural y sincero.
Luego fue primer ministro en el primer gobierno de cohabitación del presidente socialista François Mitterrand, donde aplicó una política más liberal que le granjeó impopularidad y el rechazo de los electores. En su empeño por lograr la presidencia decidió no aceptar el encargo de volver a ser Primer ministro de cohabitación en el segundo mandato de Mitterrand y realizó una mutación programática al subrayar los peligros de la fractura social provocada por las políticas liberales inspiradas por Ronald Reagan y Margaret Thathcher, que él mismo había aplicado antes.
Ese giro hacia la defensa de lo social la garantizó ganar sorpresivamente las elecciones presidenciales en 1997, en las que derrotó a su rival el socialista Lionel Jospin. Pero como es usual en política, dejó que su primer ministro Alain Juppé aplicara por el contrario una agresiva política económica de austeridad y reformas impopulares que lo obligaron a gobernar en cohabitación con los socialistas al perder las elecciones legislativas tras la disolución del parlamento. En 2002 volvió a ser elegido como el salvador de la patria ante la amenaza de la extrema derecha que había pasado por primera vez a la segunda vuelta.
Casi medio siglo de vida política terminaron con una condena por empleos ficticios durante su mandato como alcalde de París y el declive vital por una enfermedad que lo llevó poco a poco a la demencia senil. Pero sus compatriotas, al hacer un balance de su carrera política de medio siglo, lo perdonaron y lo convirtieron en el hombre más querido del país.
A diferencia de Mitterrand, Chirac prefería proyectar una imagen de político pragmático poco intelectual, pero es sabido que fue gran lector, amante de las artes populares del mundo y de las culturas asiáticas, americanas y africanas. Su pasión era el estudio del proceso milenario por el cual la humanidad llegó a la escritura y a los altos niveles de conocimiento actuales. En los tiempos secretos, en la soledad del poder, se alejaba de la realidad inmediata de la politiquería y exploraba con pasión y rigor la aventura humana y el misterio del cosmos.
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