En torno a la rocambolesca historia del Diario de Bucaramanga de Peru de Lacroix, publicado en 1912 en París por el escritor colombiano Cornelio Hispano, se pueden tejer varias historias novelísticas, como si se tratase de una serie de intrincadas cajas chinas o matrioschkas rusas.
Primero está la historia trágica del general francés Lacroix, que trabajaba al lado del libertador Simón Bolívar y fue uno de sus hombres de confianza como tantos otros europeos de su círculo más allegado. Tras la muerte de Bolívar, él como otros de sus colaboradores cayeron en desgracia y fue conducido injustamente al exilio por su enemigo Obando, viéndose obligado a abandonar a su mujer e hijos.
Ya en París, en 1837, a los 57 años de edad, en la ruina y sin poder ya pagar la pensión donde estaba hospedado, se disparó un pistoletazo dejando un testamento y varios manuscritos, entre los cuales figura el famoso Diario de Bucaramanga, que se había quedado en Caracas en manos del marqués del Toro.
Dicho documento relata día a día la vida cotidiana de Bolívar en Bucaramanga en 1828, cuando estaba rodeado de sus colaboradores mientras se llevaba a cabo la frustrada convención de Ocaña. Es uno de esos instantes transitorios y apacibles en la vida del héroe que transcurre en calma, sin batallas y con mucho tiempo libre, solo interrumpido por la firma de documentos oficiales, escritura de correspondencia y recepción de invitados o colaboradores que acudían desde toda la región a rendir informes al mandatario.
El diarista Peru de Lacroix, tres años mayor que Bolívar, aprovecha esos largos momentos de intimidad y conversaciones en desayunos, almuerzos, cenas y paseos para anotar todo lo que cuenta el jefe y describirlo en los más mínimos detalles de la intimidad, sin que él estuviera enterado del propósito, por lo que el libro es una verdadera instantánea original y viva del personaje.
Peru de Lacroix anota muchos de los comentarios polémicos de Bolívar en torno a las diversas circunstancias de la lucha por la independencia y calificativos duros sobre sus colaboradores, lo que muestra otra faceta oculta de las verdades oficiales. Por ejemplo, habla muy mal de los militares granadinos, a quienes considera enemigos, describe con lucidez los defectos y cualidades de otros como Páez, Santander y Sucre y esclarece muchas de sus acciones de realpolitik.
Incluso Bolívar llega a decir que Ricaurte no murió en átomos volando en San Mateo y que esa como otras historias son solo leyendas patrióticas de propaganda necesarias a la lucha por el poder en medio de una guerra. Quienes leyeron el documento quedaron escandalizados y la Academia de Historia venezolana prefirió guardarlo en secreto y ocultarlo celosamente del público para evitarse problemas.
El joven y ambicioso intelectual colombiano Cornelio Hispano, nacido en 1880, buen estudiante y abogado graduado en Bogotá, fue nombrado cónsul en Venezuela y haciendo uso de su rango logró entrar en contacto con el documento, que copió en secreto, a escondidas de quienes lo conservaban entre el polvo.
Ismael López, cuyo seudónimo era Cornelio Hispano, llegó a París en tiempos de Vargas Vila, Enrique Gómez Carrillo y Rufino Blanco Fombona, y publicó en 1912 en la editorial Ollendorf varios libros de éxito, entre ellos el famoso Diario. Al editar y difundir el documento se generó un escándalo continental con partidarios y detractores de Hispano. Pero por primera vez el público europeo, que admiraba a Bolívar como un héroe romántico, y el público latinoamericano, tuvieron acceso a un verdadero retrato íntimo y vivo del Libertador.
Allí vemos al hombre sencillo y generoso que viste de paisano, con camisa y pantalón blancos, casaca azul y sombrero de paja, monta a caballo para despejarse en los alrededores de Bucaramanga, va a misa con frecuencia aunque es incrédulo, y dedica largas horas a la lectura de los clásicos y a jugar a las cartas con sus más cercanos colaboradores. En esas veladas cuenta a Lacroix sus propias aventuras, como cuando vio desde lejos a Napoleón el día de su coronación y múltiples detalles de su vida, como su matrimonio, batallas, amores, prejuicios, ideas y decepciones diversas.
Cornelio Hispano, discípulo de Miguel Antonio Caro y amigo joven de Guillermo Valencia, es el otro personaje de esta curiosa historia tripartita. Pese a haber tenido éxito literario desde muy temprano en París con obras tales como el Jardín de las hespérides, Elegías caucanas y De París al amazonas, hoy es totalmente desconocido e ignorado. Se sabe poco de su larga vida y murió en Colombia en 1962 a los 82 años de edad. En algunos textos recuerda con nostalgia los años de juventud y prosperidad económica en París, cuando la vida le sonreía, relacionado con los grandes autores del momento y mimado por su editor.
Tres historias desgraciadas se imbrican en esta novela policíaca sobre un códice perdido y sus palimpsestos. Bolívar el héroe termina desgraciado y enfermo en San Pedro Alejandrino, Peru de Lacroix cae en la miseria y se suicida viejo y pobre en París y a Cornelio Hispano lo devoró el olvido pese a su rimbombante seudónimo y a sus juveniles ambiciones de éxito.
Por eso leer ahora el Diario de Bucaramanga de Peru de Lacroix, vertido por Cornelio Hispano en una prosa impecable y enriquecido con su exordio y múltiples comentarios anexos, es como leer una novela donde vivimos desde adentro la vida cotidiana de un héroe que nos habla sin la posición hierática de las estatuas o la versión idealizada y servil de los fanáticos, mientras de paso descubrimos la vida de otros dos personajes menores que giran en torno a su leyenda.
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