Descubrí a Fermina Márquez del escritor francés Valery Larbaud por azar. Una mañana me llamó Álvaro Mutis en la Ciudad de México para pedirme el favor de buscar en las librerías de viejo de la calle Donceles, en el centro histórico de la metrópoli, un ejemplar de la edición en la colección Austral de esa novela, pues Gabriel García Márquez, que escribía El amor en los tiempos del cólera en ese entonces, la necesitaba.
Casi todos los días, en las horas libres de trabajo, me paseaba sin falta por esas gigantescas librerías donde había millones de libros usados colocados en verdaderos e interminables laberintos en viejas edificaciones situadas no lejos del Zócalo de la capital y de las ruinas del Templo Mayor azteca. Para todo bibiomaniaco, bibliómano, bibliófilo o bibliópata pasearse por esos corredores y habitaciones empolvadas y cargadas de tiempo es un placer inconmensurable, ya que de repente uno puede hallar filones de libros soñados.
No fue difícil encontrar ejemplares de la edición y compré dos, uno para mí y el otro para el autor de Cien años de soledad y esa misma tarde, después de entregarle el libro a Mutis, procedía a la lectura de esa historia curiosa de una bella muchacha colombiana de una familia millonaria de Bogotá que causó conmoción entre los estudiantes de bachillerato de un liceo cosmopolita para potentados en las afueras de París, no lejos de Versalles, en la primera década del siglo XX.
Los potentados de las naciones latinoamericanas, hacendados, comerciantes, banqueros, solían enviar a sus hijos a fines del siglo XIX y comienzos del XX a estudiar y formarse en colegios de alcurnia a donde acudía la aristocracia francesa y mundial para retornar luego a sus países a encargarse de los asuntos familiares o a asumir el poder que correspondía a su clase.
La familia Márquez interna en el colegio a Paco, el hermano menor, quien al encontrarse triste y frágil en ese nuevo mundo tan distinto al de sus orígenes, es autorizado a recibir por las tardes la visita de su tía Dolores y sus hermanas Pilar y Fermina, que acuden al colegio para alegrarle la vida y para que se sintiera apoyado y acompañado. La familia vive en un elegante barrio de París, donde viven rodeados de los lujos que les facilita la enorme fortuna.
Las autoridades del colegio destinan para acompañar a las mujeres y enseñarles a practicar la lengua a algunos de sus mejores alumnos, como Joanny Léniot, quien decide intentar enamorar a la bella colombiana y fracasa en el intento, desplazado por un rival de peso, el apuesto, alto e impetuoso joven mexicano Santos Iturri.
Sin duda García Márquez se inspiró en Fermina para bautizar a la protagonista de su gran novela con el nombre de Fermina Daza y debía sentir una especial complicidad con Larbaud por colocarle al personaje su apellido materno. Esos son los azares de la ficción, capaz de crear vasos comunicantes entre obras separadas por el tiempo y el espacio.
La novela, escrita con sencillez y claridad, logra mostrarnos a través de las diversas voces el mundo de la adolescencia en aquellos tiempos, cuando se iniciaba una nueva corriente de la novela de formación o bldungsroman, entre las cuales figuran Retrato de un artista adolescente de James Joyce, Las tribulaciones del estudiante Torless de Robert Musil, La montaña Mágica de Thomas Mann y el Gran Meaulnes, de Alain Fournier, entre otras.
Como todavía en esos tiempos la educación estaba centrada en la formación humanística y literaria, los adolescentes estaban familiarizados con el latín y el griego, los grandes temas clásicos y las disertaciones filosóficas o religiosas, que por supuesto abundan en esta novela, especialmente en la voz del acomplejado y a la vez megalómano Leniot.
No deja de ser curiosa la presencia de la bandera colombiana en las manos de algún mozalbete deseoso de trabar conocimiento con la familia en los parques del colegio y el conocimiento de la geografía de ese lejano país de ultramar que a muchos hacía soñar. Todo ese mundo está muy bien dosificado por Valery Larbaud (1881-1957), hispanista, autor de los magníficos poemas del personaje imaginario A. O. Barnaboth y traductor de obras hispanoamericanas y españolas al francés.
La guerra termina por acabar con ese mundo y uno de los estudiantes decide regresar al viejo colegio abandonado para recordar aquellos tiempos idos y compartir informaciones con el mayordomo encargado de cuidar el edificio. De esas conversaciones sabemos que muchos de los alumnos murieron de manera prematura a causa de la enfermedad o la guerra, otros se perdieron en el vicio y los placeres o triunfaron, pero al final siempre queda la incógnita sobre el destino de la bella Fermina, la de cabellos negros e inolvidable aroma.
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