Otra de las preocupaciones más recientes de los colombianos y de quienes manejan la economía es la creciente alza de precios de diferentes bienes y servicios, lo cual obedece a diversas causas, tanto internas como externas. Sin embargo, en cuanto exportadores de materias primas -café, petróleo crudo, soja, oro…- estos incrementos suelen ser bien recibidos, como nos ocurrió décadas atrás durante la llamada bonanza cafetera cuando los altos precios del grano en los mercados internacionales beneficiaron nuestros mercados internos permitiendo altos ingresos para los productores.
 En este tiempo del coronavirus, el café colombiano está alcanzando elevados precios, debido principalmente a la incertidumbre internacional por desabastecimiento del grano, cuya demanda sigue creciendo; sumado a esto, la devaluación del peso colombiano con relación al dólar ha generado un importante aumento de los precios internos del café hasta alcanzar niveles insospechados e inesperados, si bien los productores y exportadores aparentemente se están beneficiando por vender el producto a precios altos, la situación tiene varias aristas.
Así las cosas, “la moneda sigue mostrando dos caras”. Las buenas noticias relacionadas con el precio del café han estado acompañadas de otros elementos que pueden aguar la fiesta o por lo menos provocar un guayabo más dañino que los beneficios adquiridos por los buenos precios. Un primer elemento a considerar es el incremento de los precios de los insumos y demás costos asociados a la producción cafetera, lo que puede generar que al final del ciclo producción-consumo, el beneficio no se quede en los bolsillos de los caficultores o los exportadores, sino en los productores de insumos y sus intermediarios, corriendo el riesgo, además y como suele acontecer, que los precios de los insumos permanezcan en niveles altos una vez las coyunturas que  han generado el incremento de los precios del café se superen  y se regrese a la situación de normalidad. 
 Un segundo elemento importante para analizar y buscarle alternativas de solución es el efecto de esta situación sobre los exportadores. Toda vez las compras a futuro se veían desde afuera como la mejor opción en tiempos de precios bajos y como una especie de seguro frente a la volatilidad de los precios, este mecanismo se ha vuelto en contra de los venderos a futuro, tanto en el mercado interno como externos. Eso ha ocasionado incumplimientos en las entregas del café pactadas en tiempos anteriores por exportadores y productores, quienes para cumplir sus compromisos internacionales han de asumir pérdidas por adquirir y entregar un café comprado a altos precios, pero que vendieron a precios más bajos en el pasado. Bien se sabe que en mercados internacionales el incumplimiento genera pérdida de credibilidad y es severamente castigado en perjuicio del caficultor productor.
 Este fenómeno no afecta solamente al café. Diversos tipos de bienes están presentando escasez en los mercados debido a las dificultades de abastecimiento de materias primas provenientes del exterior y, como es natural, en una economía de mercado la disminución de la oferta de un bien o una canasta de bienes unida a  una demanda al alza empuja los precios hacia arriba, provocando lo que podríamos llamar “crisis de los precios altos”, situación que  amenaza los objetivos de inflación propuestos por el Banco de la República, que se verá obligado a subir las tasas de interés como parte de la política monetaria. Este incremento de las tasas de interés también afectará los costos de los productores en diferentes sectores de la economía, costos que deben ser asumidos como una disminución del margen de rentabilidad o como un nuevo incremento en sus precios, trasladando así el mayor costo al consumidor. En este sentido cabe preguntarse ¿qué soluciones   propondrán los candidatos presidenciales al respecto?